Capítulo 17 – Besos a escondidas.
Seguía abrazándola en la penumbra de la habitación, cuando ella se separó un poco de mí, y me miró un poco más calmada, con una sonrisa media, intentando volver a la normalidad conmigo.
- Me acarició ahí todas las noches antes de ir a dormir – respondió, y sabía exactamente a lo que se refería – pero no vuelvas a preguntar nada sobre sexo, por favor – suplicó.
- No te imaginaba tan ... - comencé, haciendo que ella se mordiese el labio, para luego bajar la mirada hacia el suelo. Estaba incómoda - ... no volveré a preguntar nada sobre sexo.
- Gracias por dejarme ser tu hermana – agradeció, con aquella melancolía que se hacía partícipe en cada una de sus palabras, para luego darme un beso húmedo sobre la mejilla, pues acababa de mojar sus labios, antes de hacerlo, haciendo que se me detuviese el corazón. Era la primera vez que alguien me besaba de esa forma tan fugaz, y me encantó sentirla de aquella forma – mamá ya estará recogiendo las maletas, debería... - pero se detuvo al sentir mis caricias sobre su espalda, justo por el lugar por el que estaba aquella cicatriz.
- Quédate y dime, al menos una vez, algo sobre tu pasado, sólo una cosa.
- Ya te dije que no compartiré mis cosas tristes.
- Prometo no ponerme triste, dime una de ellas, sólo una. Dime uno de tus secretos y yo te contaré uno de los míos.
- Empieza tú – rogó ella.
- Hace semanas que no me follo a ninguna tía – aseguré, haciendo que ella riese al escucharme decir aquello – ahora te toca.
- Estuve saliendo tres años con un drogadicto – aseguró, haciendo que me quedase de piedra al escuchar aquello.
- No es cierto que no pasase nada entre nosotros la última vez – reconocí, haciendo que ella sonriese al darse cuenta de que no era sólo un secreto el que quería que admitiese.
- A veces, cuando estaba con él, yo también me drogaba. – aseguró, mientras yo acercaba mi boca a su oído antes de hablar.
- Mi madre me abandonó cuando tenía tan sólo siete años de edad, se marchó cuando tan sólo le quedaban unas pocas semanas de vida, para que no la viese morir.
- Mi ex novio me tiró por la ventana, me clavé todos los cristales del granero que había debajo, en la espalda.
- No he vuelto a dejar que nadie vea mi corazón como lo hacía ella.
- Mario murió de una sobredosis en el sofá del salón, después de saber que había matado a nuestro hijo antes de nacer si quiera.
- Eres la única mujer con la que no quiero sólo follar.
- ¿no quieres sólo? – preguntó, divertida, rompiendo el juego que teníamos.
La empotré contra la pared de la habitación, y la besé con intensidad, mientras ella intentaba soltarse. Agarré sus manos, entrelazándolas con las mías para luego apoyarlas contra la pared, sin dejar de meter mi lengua en su boca.
Bajé las manos, soltando las suyas, agarrando sus caderas para apretarlas a mí un poco más, haciendo que ella gimiese sobre mi boca.
Sus brazos se aferraron a mis hombros, mientras intensificaba un poco más sus besos. Ella volvió a estremecerse cuando sintió un bulto en mis pantalones creciendo, apretándose contra su sexo.
Eché la cabeza hacia atrás tan pronto como sentí sus besos húmedos sobre mi cuello, y gemí entrecortadamente cuando ella lo mordió.
Mi respiración comenzó a crecer, entrelazándose con la suya, al observar como ella tomaba las riendas de aquello. Le dio la vuelta a la tortilla, y ahora era yo el que estaba a su merced, con la espalda descansando sobre la pared, mientras ella me quitaba la camiseta, sin dejar de mirarme, para luego acariciar mi cuerpo desnudo, con la yema de sus dedos, con su corazón latiendo desbocado al sentir todo aquello.
- Prométeme – comenzó, con la voz marcada por el deseo, dándome un par de besos castos sobre los labios – que seguirás queriéndome después de esto.
- Te lo prometo – gemí, al mismo tiempo que ella se quitaba la camiseta, mostrándome sus hermosos melones, que, a pesar de no ser demasiado grandes, me resultaban particularmente perfectos. Se desabrochó el sujetador, dejando libres sus pechos, al mismo tiempo que yo agarraba uno entre mis manos y la hacía gemir.
- Prométeme – volvió a insistir, mientras me quitaba el cinturón del pantalón, impaciente – que no vas a ser delicado conmigo ahora.
- Te gusta duro ¿no es cierto? – pregunté, haciendo que ella asintiese, quitándome el botón del pantalón, para luego sacar mi pene a escena
- Los hermanos no deberían follar.
- Es una suerte que tú y yo no seamos hermanos – bromeé, metiendo mi mano entre sus piernas, por debajo de la falda, haciéndola estremecer con ello, al mismo tiempo que ella masajeaba mis testículos, proporcionándome una sacudida en mi corazón – estás tan húmeda – aseguré, al introducir mi dedo en su interior, haciendo que ella sonriese con malicia.
- Mis dedos se arrugan todas las noches – aseguró, acariciando mi polla con las yemas de sus dedos, haciéndome morder mi labio inferior con dureza al sentir aquello – cuando me toco pensando en ti.
- ¿desde hace cuánto me deseas, Nuria? – pregunté, al mismo tiempo que le acariciaba su punto más frágil, haciéndola estremecer con ello. – Abre las piernas – le ordené – me muero por estar dentro de ti.
- ¿tienes condón? – preguntó ella, mientras yo rebuscaba entre mis pantalones, abriendo la cartera con instancia, pero no podía encontrar ni un maldito condón. Estaba desentrenado con todo aquello - ¿no tienes? – insistió, mientras yo negaba por la cabeza, y ella torcía un poco el gesto – vas a tener que follarme por detrás, entonces.
- ¿qué? – pregunté atónito, observando como ella me daba la espalda, poniendo sus manos sobre el escritorio, poniéndose en pompas frente a mí. Era la primera vez, en toda mi vida, que una mujer me ofrecía el culo para follar - ¿te gusta follar por detrás?
- Mario prefería hacerlo siempre así.
- Yo no soy Mario – aseguré, para colarme por su vagina, haciéndola estremecer – prometo correrme fuera.
- Sin condón por el culo – aseguró – si no quieres...
- Entonces deja que vaya a comprar condones.
Continuará...
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Después de Ella | TERMINADA
Roman d'amour"Después de ella nada volvió a ser igual, dejé de ser un capullo, dejé de lado a todas aquellas top-models con las que me acostaba, volví a hablar con mi padre, y me di cuenta de que me había enamorado de ella, a pesar de saber que no podría tenerla...