LAYLA:
El que Antar tuviera que hacer "otras cosas", me llamó la atención, pero decidí pasarlo por alto, y pasar una mañana entretenida. El capitán se despidió con un beso que no vi venir, desapareciendo luego entre la gente. Bufé algo enfadada y miré hacia los tejados. Sentí como los hombres del lugar me comenzaban a mirar desde el momento en el que Antar se fue, algo relativamente asqueroso.
Me adentré por unas callejuelas donde había de todo; desde ratas hasta hombres desmayados con una botella de ron en la mano. O puede que estuviesen muertos. Eso daba igual, lo que importaba es que era un estorbo, y tenía que patearlos para quitarlos de mi camino.
Por fin, encontré un lugar apto para escalar. No me lo pensé dos veces y subí poco a poco, aprovechando que nadie me veía, y por ese lado las ventanas estaban cerradas. No tardé demasiado en llegar hasta arriba, aunque estuve a punto de caer una vez.
Desde el tejado del edifico, se podía ver gran parte del pueblo, y observar el cielo, que comenzaba a cambiar a un color más claro, dando paso al día.
Me quedé unos segundos mirando el horizonte. Poco después, me puse como objetivo una casa que parecía tener un mejor aspecto, entre todas las casas mugrientas del lugar.
Salteando tejados sin ser vista, llegué con rapidez al tejado de mi objetivo, dispuesta a entrar.
Tras asegurarme de que no había nadie dentro de la casa, me deslicé hasta uno de los bordes de la casa, donde había una ventana abierta.
"Estúpidos"-pensé.
Entré por allí, apoyándome con cuidado en el suelo, y evitando hacer ruido, solo por si acaso.
Encontré el joyero escondido bajo la cama, donde también había un gato, el cual me arañó la mano, y recibió un buen golpe por mi parte, que lo hizo salir corriendo mientras bufaba.
Cuando me aseguré de que no quedaba nada de demasiado valor en la casa, guardé lo robado en una bolsa que saqué de mi bolsillo, dispuesta a salir de allí corriendo.Sin embargo, un ruido se escuchó de la parte frontal de la casa, y supe entonces que los dueños habían vuelto.
Gruñí algo frustrada y opté por subir al desván. Desde allí, oí el grito de un hombre al ver que no había dinero en su joyero. Aproveché un agujero en el techo para salir, rasgando algo de mis ropas, pero sin llegar a romperlas del todo.
Al estar a salvo ya en un tejado oscuro y lejos de esa casa, me paré a revisar mi botín. Oro, monedas, pulseras... Cosas que tenían bastante valor, y que utilizaría para comprarme nuevas cosas.
Recordé entonces la que llevaba puesta, pero suspiré al ver que apenas estaba algo rasgada en la blusa. Así que quizá al día siguiente iría a comprar ropa... O esa misma tarde, no había prisa.
Hice caso omiso al escozor que provenía del arañazo de mi mano, aunque maldiciendo por lo bajo al gato. Pensé en bajar del tejado, pero prefería no hacerlo, a sabiendas de que estaba más segura allí arriba que en el suelo.
Me eché la bolsa al hombro, y caminé por los tejados sin rumbo alguno, hasta encontrar un lugar más limpio de la ciudad, que supuse, era el centro de esta.
Al llegar, pude ver que ese lado del puerta parecía más "civilizado", en comparación con la zona del mercado.
Pero eso no fue lo único que me llamó la atención, sino la poca gente que había allí. Además, de que cierto capitán mío también caminaba por esa plaza.
¿Cuánto habría pasado desde que nos separamos?, ¿una hora?, ¿dos? No me importaba.
Me sorprendí al ver que llevaba algo brillante y plateado en la mano que le corté, más identificado como un garfio. Sonreí al pensar lo bien que le quedaba, que en parte le quedaba bien con su estilo. Lo que hizo que me arrepintiese un poco menos, de haberle cortado la mano.
