Capítulo 5

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ANTAR:

El viento en popa, las velas desplegadas, y avanzábamos a buena velocidad hacia Puerto Molina. La vista desde el mástil era sorprendente, pero lo mejor aún no pasaba, el sol apenas se asomaba por el horizonte y dentro de unos minutos se reflejaría en las aguas del mar, formando un arco iris marino.

Al mirar abajo sonreí con gracia, me tomé de una soga y aunque por un momento extrañé mi otra mano, me dejé caer, llegué justo detrás de Layla, provocando que su ave saliera volando con un chillido irritado.

-Buenos días querida, ¿dormiste bien?- me hice a un lado para evitar el golpe, no se veía muy feliz. Me miraba con algo de ira, pero ella no se movió- Veo que no.

Dejé colgando la cuerda y caminé unos pasos, mirándola.

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LAYLA:

Seguí mirando en busca de Antar, pero no lo pude ver en cubierta. Las miradas divertidas de los piratas seguían sobre mi, y yo simplemente las ignoraba. De alguna forma, ahora estaba... Protegida.

De repente, oí un ruido tras de mí, y Shin salió volando asustado, para luego apoyarse en un saliente del mástil.

Me giré despacio. Sabía quién era. Escuché sus palabras sus palabras y gruñí. Tuve intención de pegarle, pero recordé el pacto, ahora yo era... "la mujer del capitán". Suspiré y le devolví la mirada.

Me acerqué a él y, de forma disimulada, le di un golpe en las costillas.

-Más te vale no decir nada, o eres hombre muerto.-susurré.

Lo miré enfadada y alcé la mano vendada para pegarle -ya que no podía resistir más-. Sin embargo, a medio camino frené y escondí la mano detrás de mí.

Un acto tonto, sí, pero no me apetecía que todos supieran que me había cortado al romper una copa.

-Creo... Que estaré en nuestro camarote hasta llegar a Puerto Molina.- susurré.

Empecé a caminar despacio, sin poner muchas ganas en mis movimientos

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ANTAR:

Me sostuve un poco donde me había golpeado, camine rápido hacia ella, escuchó mis pasos y se volteó. La tomé de la barbilla.

-No diré nada -y le di un beso, solo un roce, solo un segundo-. Ellos no esperan nada de la mujer de su capitán, y a mi no me gustan las cosas fáciles.

La solté y me aparté.

-El día de hoy no te quedarás en el camarote -dije, ella iba a protestar- Es una orden, de tu capitán.

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LAYLA:

Tras empezar a caminar, escuché cómo frenaba el paso y giré a mirarle. No supe que estaba tan cerca, hasta que tomó la barbilla con su mano y me besó de forma fugaz.

Sentí la sangre subir a mis mejillas, pero aparté la mirada y giré el rostro.

-Yo no soy alguien con quien jugar, recuerdalo. Y no te dediques a besarme a todas horas- añadí en un susurro.

Se alejó de mi y yo intenté poner rumbo al camarote. Y de nuevo su voz me frenó. Intenté protestar ante sus palabras, pero no podía romper una orden del capitán.

-Te odio.

Le miré cara a cara y cruzamos miradas.

-Como usted diga, capitán -dije vacilante- ¿Cuáles son sus órdenes?

Piratas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora