VII: Cambio de paradigma

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Era apenas un cachorro cuando uno de sus padres desapareció.

Tenía seis años, había comenzado a hablar hace contados meses y aún no lograba controlar sus transformaciones. Tendía a pasar a su forma de lobo al encontrarse con emociones fuertes, y eso le sucedía a menudo, por lo que su padre Alfa solía regañarle desde temprana edad.

El hombre decía que su pareja Omega le consentía demasiado. El cachorro estaba acostumbrado a rodearse de Omegas, debido a su estatuto social contaba de muchos protectores de esta casta y siempre le permitían ser un cachorro. Allí, entre los brazos de esos hombres y mujeres delicados, no existían Las Normas. No habían protocolos de conducta que él tuviera que seguir. No habían miradas sobre él, obligándole a comportarse como tenía que hacerlo por su apellido.

Cuando su padre escapó para unirse a La Resistencia, —de esto se había llegado a enterar diez años después— esa felicidad se acabó. Su padre Alfa tomó las decisiones a partir de ese día. El cachorro tendría prohibida la comunicación con Omegas que no fueran sirvientes de la familia hasta crecer y diferenciarse. Porque en el fondo, su padre temía de que él se convirtiera en un Omega descarriado como su ex pareja. Temía tener que romper otro lazo porque, definitivamente, aquello sería la humillación máxima para el Clan.

Por suerte para él, cuando Jungkook cumplió los once años ya era bastante obvio que sería un Alfa.

Poseía todas esas habilidades superiores. El liderazgo, la fuerza, la agilidad, la madurez mental y la capacidad de actuar rápido. A diferencia de Yoongi, el hijo mayor de la familia amiga de su padre, su porte y personalidad le hacían destacar por sobre todos los chicos de su edad. Sería un gran Alfa, creía Jungkook de pequeño, liderando a su Clan. Tenía un montón de cambios pensados para el futuro de la sociedad, cuando asumiera su cargo de Asesoría del Gobierno. Quería participar activamente, quería cambiarlo todo.

Resultó una bofetada en la cara el darse cuenta a qué se dedicaba su padre realmente, años más tarde.

Porque la "Asesoría" que brindaba su Clan no se trataba de nada más que la policía secreta del Gobierno. Ellos eran los perros que se encargaban de eliminar a los infiltrados, a los desertores y llevaban años buscando la base de La Resistencia. Jungkook, a sus ahora veintidós años de edad, se había acostumbrado a recibir miradas atemorizadas. Omegas que suplicaban de rodillas por no recibir una sentencia, familias completas llorando porque no ejecutaran a uno de los suyos. Chicos demasiado jóvenes gritando a todo pulmón que les perdonaran mientras les arrancaban las orejas o los dientes. A Jungkook ya no le importaban en lo absoluto.

No porque creyera en la estúpida ideología política de Las Normas, la que su padre seguía como una polilla sigue a la luz, nada de eso. A él no podían importarle menos las causas políticas. ¿Qué mierda debía opinar Jungkook sobre los derechos de los Omega sobre los Alfa? ¿O el lugar de los Beta? Las cosas eran como eran en la sociedad porque así era la naturaleza. Si ésta decía que los Alfas eran superiores, él lo aceptaba. Si ésta hacía que la casta más inferior luchara por no serlo, él lo aceptaba. Se había unido a El Cuerpo por la obligación moral de "defender la naturaleza Alfa". Pero nada de eso se interponía con su misión.

Su misión era ser el mejor en su trabajo. Y para eso, tenía que perseguir y matar opositores del Gobierno. Alfas, Betas, Omegas. Todo aquel que atentara contra la junta y contra su jefe, Jung Hoseok, con quien había compartido desde niño. Él le debía la vida, y por él la viviría. Bajo las manos de Jungkook, todos eran iguales. Todos dependían de que desde su boca saliera la orden para acabar con sus vidas, o para perdonarlas.

Por eso, cuando abrió los ojos y se hizo consciente de su entorno, se sintió completamente fuera de lugar.

La habitación olía a metal. A fierro puro y duro, sangre y pólvora. Sus muñecas estaban presionadas firmemente contra una tabla que se sentía fría como el hierro. Luego se dió cuenta que sus tobillos también, su cintura y su cuello. Prácticamente lo único que podía mover era su cabeza.

Detestable |KOOKMIN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora