16. Solo dos chicos más divirtiéndose

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El prestigio que tenía Dazai en la Port Mafia se debía sobretodo a la frialdad y la calma con la que tomaba la mayoría de las decisiones en situaciones complicadas, dejando de lado los sentimientos o el dolor que pudiese provocar en otros.

¿Por qué no podía actuar así en esta ocasión?

Su práctico sentido común le dictaba que debía cancelar su reunión con Oda y Ango en el Lupin, argumentando un súbito dolor de cabeza, por ejemplo.

No le iban a creer pero daba lo mismo, lo importante era alejarse del peligro. Y el peligro tenía la forma del pelirrojo a su lado que le sonreía de soslayo con corazoncitos saliéndole por los ojos azul cielo mientras bajaban hacía al garaje.

¿Por qué le había invitado a ir con él?

Y más importante, ¿por qué, mientras estaban parados en el ascensor, tenía que reunir toda su fuerza de voluntad para no darle al stop y empotrar a Chuuya contra una pared y saciar sus ganas de besarle de nuevo?

¿Qué porras le estaba pasando?

¿Para qué ocultar que sí lo sabía?

Estaba totalmente enganchado a la energía positiva que se apoderaba de él cada vez que sus labios tocaban los del otro.

Debía parar, debía contenerse, debía echar tierra por medio, debía herirle para que se apartase de él. Pero no podía.

Era como si tuviese un catarro con mucha fiebre que no le dejaba pensar con inteligencia y uno no debía ser muy listo para deducir qué le estaba pasando.

Él lo sabía pero no quería decirlo en voz alta. Mientras lo callase era como si no fuera verdad.

Pero es que... cuando Chuuya había tomado de nuevo el control en su dormitorio, él se había dejado llevar y lo había disfrutado tanto.

Cuando Dazai le había lanzado sobre su cama... el rubor en la cara de Chuuya, sus ojos brillantes demandando atención, la respiración agitada, la parte de su tripa firme que se había asomado al haberse desplazado la ropa al tumbarse, el bulto insinuante unos centímetros debajo de la hebilla de su cinturón. Aquella visión de puro deseo hacía él, todo eso le había hecho durante unos segundos perder el sentido de su voluntad, le había gritado que se dejase de tonterías y le arrancase las prendas que le impedían ver el cuerpo de Chuuya en su total exuberancia, le había susurrado que dejase de engañarse a sí mismo.

Y su compañero lo había adivinado.

El tonto de Chuuya, que tan ingenuo era la mayor parte del tiempo, había visto la duda en él. Y se había reído pero a Dazai no le había molestado su risa porque era de felicidad, de la alegría despreocupada de una persona enamorada.

Debería sentirse incómodo por tener al lado a alguien que está enamorado de ti y que no vas a corresponder. Pero no le resultaba molesto porque, y volvía al origen y punto de partida de todas sus reflexiones sobre Chuuya: nada iba a pasar porque los dos eran hombres.

Si Chuuya fuera una mujer, Dazai sabía que en ese momento no estarían yendo hacia el Lupin, sino que estarían teniendo sexo muy pasional en su dormitorio, aunque fueran compañeros y una relación solo acarrease que problemas.

Pero Chuuya, se repitió de nuevo, era un chico y a él,  a Dazai,  los hombres no...

-¡Eh, Dazai! ¿En qué piensas? Haces cara de pánfilo.

El chasqueo de unos dedos enguantados ante sus ojos y la risa guasona de Chuuya le sacaron de sus profundas reflexiones.

-Yo...-miró alrededor pestañeando para intentar centrarse. Habían llegado al garaje.

Chuuya, Personal Trainer. ( Completada )Soukoku. Bungou Stray Dogs.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora