Parte 31

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ELSA POV:

La lluvia había cesado y faltaba poco para el atardecer. Anna se había quedado dormida sobre mi pecho, y aunque nada me gustaría más que habernos quedado en esa cabaña para siempre, Olaf no iba a poder cubrir nuestra ausencia tanto tiempo, ya todos en el castillo deberían estar preguntándose por nosotras.

­­─ Anna ­­­­­­­─ susurré besándole la frente ─ Anna, despierta ─ mi hermana se removió y abrió ligeramente los ojos.

─ No ─ murmuró sentándose en la cama con los ojos entrecerrados ─ Me gusta estar aquí.

─ A mí también Anna, pero debemos volver al castillo ─ me miró haciendo un puchero y sonrió levantándose de la cama ─ prometo que volveremos pronto.

─ Está bien, está bien ─ respondió Anna comenzando a vestirse, hice lo mismo, en silencio.

─ ¿Lista? ─ pregunté cuando hubo terminado de cambiarse ─ ¿Nos vamos?

─ Espera, aún falta algo ─ dijo tomándome por la cintura para acercarme a ella y darme un apasionado beso ─ Listo, ahora sí vamos.

GEORGINA POV:

Una mujer con el cabello castaño, piel blanca y ojos color miel entró por la puerta, vestía pantalones y una bata blanca, además cargaba una pesada maleta.

─ Su Majestad ─ dijo haciendo una marcada reverencia ─ mi nombre es Lucille Francoeur ─ hablaba con un marcado acento francés ─ Soy médico y he viajado por muchos lugares, en el reino vecino me hablaron del mal que aqueja a Su Majestad, el rey James. Estuve en Taiwán el año pasado, traté a varios pacientes con los síntomas de su marido. Tal vez yo pueda ayudarlo.

─ Realmente le agradecería mucho que pudiera al menos revisarlo ─ le respondí extendiéndole la mano, ella la estrechó, su mano era pequeña y suave ─ permítame acompañarla a la habitación de James.

Lucille asintió, sacó de su maleta una maleta más pequeña y me siguió.

ANNA POV:

Anochecía cuando al fin llegamos al castillo, si bien no había surgido el caos que nos imaginábamos, sí había un par de guardias esperándonos en la entrada.

─ Su Majestad, Su Alteza ¿Se encuentran bien? ─ preguntó uno de ellos, ambos llevaban los uniformes mojados por la lluvia y nos escoltaron al vestíbulo ─ El señor Olaf nos dijo que habían ido a visitar a un amigo, pero nos preocupamos un poco cuando empezó a llover tan fuerte y ustedes no volvían.

─ Tranquilo Podrick, estamos bien ─ respondió Elsa ─ efectivamente, estábamos en casa de un amigo, ahí estuvimos resguardándonos de la lluvia. Veo que ustedes no se resguardaron.

─ Decidimos salir a buscarlas en los alrededores, por si habían decidido volver durante la tormenta ─ explicó Podrick, mirándola ─ Su Majestad ¿Sufrió usted un accidente?

─ ¿Qué? No. ¿Por qué lo preguntas? ─ dijo Elsa, y entonces lo vi, en la base de su cuello una visible marca roja que mi boca había provocado apenas unas horas atrás, me sonrojé sin poder controlarlo.

─ Nada de cuidado ─ respondí nerviosamente ─ un pequeño accidente con un poco de té caliente.

Elsa se llevó la mano al cuello, justo donde Podrick y yo teníamos clavada la mirada.

─ Claro... Su Alteza ─ respondió Podrick pensativo ─ El señor Olaf escribió una carta para el capitán del próximo barco a las Islas del Norte. ¿Es verdad que necesita que uno de los trols viaje de inmediato?

Tormenta DesatadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora