Parte 34

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GEORGINA POV:

Pasé todo el día en la oficina, tenía algunos asuntos pendientes que terminar. Con James enfermo, algunos socios estaban preocupados con el futuro de los tratos comerciales. Poca gente sabía que desde hace tiempo yo estaba a cargo de todo, para la mayoría de los reinos soy la joven reina que organiza bailes, lleva ropa y comida a los pobres, y usa un vestido nuevo y costoso todos los días.

Cuando el reloj de mi oficina dio las 2:00 p.m. salí de ahí para darme una ducha rápida, una extraña sensación en mi estomago me hacía sentir ansiosa, el agua tibia me calmaba, claro que yo sabía lo que era, me había sentido así antes, pero me costaba aceptar que Lucille comenzara a gustarme. Lo de Elsa parecía tan cercano aún, y Lucille no estaría mucho tiempo en el castillo de todos modos...

Al salir de la ducha me quedé mirándome frente al espejo, si a Lucille le gustaran las chicas... ¿Yo le gustaría? Por primera vez en mi vida me hacía esa pregunta. Siempre suponía que sí, siempre había confiado demasiado en mis encantos, pero con Lucille...

Me puse unos pantalones ajustados y un corsé, dejé mi cabello suelto y me maquillé un poco. Me miré de nuevo al espejo, preguntándome si sería su tipo... si es que acaso le gustaban las mujeres al menos. Suspiré nerviosa y salí de mi habitación.

El castillo estaba tranquilo, todo parecía en silencio cuando llegué a la biblioteca, era como si estuviera vacía, por un segundo temí que Lucille ya no estuviera ahí, tal vez había olvidado nuestro acuerdo y se había ido a comer, o un paciente de emergencia la buscaba y tuvo que irse del reino, o... mil cosas pasaban por mi cabeza, pero cuando abrí la puerta ahí estaba ella, sin hacer ruido, sin mover ni un solo musculo, sólo podía ver sus ojos moverse, atrapando las palabras que había en el papel, el brillo en sus ojos hacía parecer que saboreaba cada una de esas palabras. La miré sin hacer ruido, aun no se daba cuenta de mi presencia. Pasó la pagina con delicadeza y siguió leyendo. En la mesa había un pequeño montículo de papel, la caótica letra de Lucille adornaba todas las hojas.

─ Salut, Mademoiselle. Comment ça va? ─ saludé usando el poco francés que sé.

─ Ça va! Merci beaucoup ─ me respondió con una hermosa sonrisa ─ Est-il temps de manger?

─ Ooook... ahí termina todo el francés que sé ─ le respondí con una sonrisa apenada, ella soltó una carcajada que me pareció lo más angelical del mundo.

─ Pregunté si ya es hora comer, pero supongo que sí ─ me dijo guardando los papeles en limpio en uno de los cajones, y los que tienen sus notas en otro ─ ¿Hay problema si dejo estos en la mesa? ─ añadió señalando la pila de libros.

─ No hay problema, mientras estés aquí, puedes hacer lo que te resulte más cómodo para estudiar. Solo no te pierdas las comidas y toma los descansos adecuados.

─ Georgina, soy médico, no tienes que preocuparte ─ me respondió siguiéndome por el pasillo, hacia el comedor ─ Además adoro comer, no me perdería por nada una comida.

El comedor estaba dispuesto tal y como lo ordené, había pensado en pedir de nuevo comida francesa, pero se me ocurrió que tal vez le gustaría probar algo más nativo.

─ He pedido que preparen las delicias más representativas del reino ─ dije invitándola a tomar asiento ─ Pensé que te gustaría conocer un poco más de las Islas del Norte.

─ Me encanta conocer la comida y la cultura de los lugares que visito, se puede aprender tantas cosas ─ me respondió sentándose a la mesa, dos de las cocineras sirven el primer plato, una sopa tradicional hecha con vegetales frescos del huerto del castillo.

Tormenta DesatadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora