A brave heart: I

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Allistor entra a la habitación principal del castillo y aunque no es la primera vez que está allí, adivina que aquella debió ser donde también alguna vez había dormido Edmond, Frederick y Catherine y donde Alice se había suicidado. Saber todo aquello le hace creer, por un segundo, que sí es la primera vez que está allí y por extraño que le resulte, de alguna manera logra sentir que pertenece a ese lugar. Fue esa ventana la que colgó el cuerpo de su abuela, Alice, luego de pensar desesperadamente en lo que Edmond era capaz de hacerle a un indefenso recién nacido y a su joven madre. Fue allí donde fue amenazada por su esposo, donde fue encerrada y silenciada, abandonada por todos quienes amó, incluso Frederick. Aquella habitación que había sido testigo de tantas desgracias, y donde él había yacido con Arthur después de que se lo llevara, cosa que inevitablemente le aprieta la garganta. Esas paredes han visto tanto que Allistor desea derribarlas. Sufrimiento, dolor, pecado; una lista siniestra que el muchacho que tanto ha vivido puede describir en su maldita memoria. Acongojado de pronto, necesitó respirar fuertemente por la presión que pareció ahogarlo en apenas segundos. Arthur volteó a verlo cuando lo escuchó suspirar y sonriéndole siniestro, le ordenó:

—Cierra la puerta.

Allistor no obedece de inmediato, se queda mirándolo un momento sin decir nada.

—No voy a acostarme contigo otra vez, si es lo que estás buscando—Le responde, con el semblante tosco.

Arthur se ríe.

—Qué malpensado—Se burla—. No, salvaje. No lo deseo así. Todavía.

Ante esa respuesta que le pareció astuta pero sincera también, obedeció y cerró la habitación. Nada le sorprendía de Arthur, en el fondo. Ya no únicamente estaban solos allí, sino que estaban aislados, porque ningún sonido podía escucharse allí dentro de lo que sucediera afuera, ni nada de lo que sucedería en su interior se manifestaría indicio en el exterior. Todo el contacto con el mundo era esa ventana que daba hacia Escocia, o lo que quedaba de ésta.

—¿Y bien? —Continúa Arthur—¿A qué viniste? —Se sienta en la cama.

Allistor no sabe qué diablos responder. ¿Vino a vengarse? ¿A jugar a ser masoquista por un rato porque de alguna forma retorcida le gustaba lo cruel que Arthur podía llegar a ser con él? ¿Vino a matarlo? ¿A buscar respuestas? Todas las que quería ya las tenía por su madre y si Arthur le daba alguna muy probablemente resultaría ser cizaña. Entonces qué hacía allí, encerrado con él, sin poder hacer más que imaginarse lo que alguna vez había sucedido hace tantos años y recordar lo de hace apenas unos meses, cuando Arthur lo llevó hasta allí para yacer con él.

—La verdad...—Titubea, mostrándose débil—No estoy seguro.

Arthur alza su tupida ceja, extrañado.

—No creo que estés aquí solamente porque querías verme—Vuelve a burlarse.

Allistor endurece la mirada.

—Cállate, enano. Nada de eso.

Arthur ensancha la sonrisa.

—Te escucho, entonces.

Allistor alza la cabeza para volver a mirarlo y siente que todo en él se derrumba como la primera vez, como si de pronto volviera a tener el alma pura y se la volvieran a ennegrecer de golpe. Arthur es tan maldito que con sólo mirarlo puede hacer despertar todo el mal que es capaz de desearle a alguien. No cabe duda en que es la imagen viva de Edmond Kirkland.

Y así lo siente, apenas vuelve a abrir la boca para hablar con él, con lo primero que le da golpes al corazón directamente, recordándola a ella, la menos culpable.

APH: Lus Primae Noctis | BritaincestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora