A brave heart: II

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Allistor, con desconfianza evidente y el semblante endurecido, tomó con fuerza desmedida la muñeca del anciano, alejándola de su rostro. Éste no se quejó, ni hizo mueca alguna de dolor, pero Eleanor dio un respingo y Agnus se le acercó tomándolo de los hombros para calmarlo. El joven no dejó de mirar al sacerdote jamás.

—Yo entiendo, hijo—Dijo comprensivamente él—, lo entiendo todo, absolutamente todo.

Allistor no relajó su expresión, pero sí sintió cómo su mirada se nublaba.

—Allistor, mi amor...—Habló entonces Eleanor, tocando con sus manos la muñeca de su hijo, intentando que soltara al anciano—, escúchalo...

La voz suplicante de la mujer convenció a medias a Allistor de soltarla y dejarla caer.

El sacerdote volvió a mirarlo hacia arriba. Su espalda encorvada, rostro arrugado, voz rasposa y movimientos temblorosos. Bastó un segundo para que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.

—Mamá—Dijo Allistor, sin dejar de mirar al recién llegado—, ya no quiero saber nada más...—Suplicó, dolido. Eleanor necesitó respirar profundamente porque juraba que el corazón se le detendría de tristeza.

—Es necesario, hijo...—Insistió el anciano.

—Escúchalo, Allistor—Demandó Agnus entonces, lo más comprensivo que pudo. El muchacho miró a su padre, aún en negación.

—Yo conocí a lord Frederick como nadie en el mundo—Continuó el sacerdote. Eleanor abrió demás sus ojos, recordando los rumores. Entonces, pensó, Frederick sí había contado sus pecados antes de desaparecer—. Lo conocí tanto, quizás, como tu madre lo hizo...

—Ya no quiero saber nada de eso—Insistió Allistor.

—Yo entiendo—Repitió el anciano. Buscó una silla donde sentarse y Agnus acudió rápidamente a prestarle una. Se dejó caer en el mueble y sus sotanas amplias resbalaron por su envejecido cuerpo—. Yo entiendo, hijo. Pero es necesario que me escuches.

Una tos seca atacó su garganta de pronto. Eleanor buscó agua, brindándosela. Él agradeció sentidamente.

—Allistor—Insistió ella entonces—el padre ha viajado durante muchos días para verte y su condición no es la óptima. Por favor...

—Sólo así podré dejar este mundo en paz—Se sinceró el anciano de pronto, interrumpiéndola. Eleanor lo miró con tristeza.

—Por favor, mi amor...—Insistió.

Allistor miró a Agnus y suspiró pesadamente. Él le dio la orden de que lo hiciera sin decir palabra y el pobre muchacho debió resignarse a reabrir heridas que aún, pese a los días, permanecían frescas.

Se sentó junto al sacerdote y miró atentamente cuando Agnus y Eleanor salieron de la casa, dejándolos solos. Miró el arrugado rostro, y su mirada envejecida casi lo paraliza. Carraspeó nerviosamente y sostuvo sus codos en sus rodillas desnudas.

—Eres más parecido a Frederick que Arthur, sin duda—Dijo él, sonriendo tristemente al recordar a su amigo.

—No sé si eso me enorgullece tanto—Confesó Allistor, mirando el suelo.

—Debería, hijo—Reafirma el anciano—. Frederick era un hombre bueno. Y aunque te parezca difícil de entender, no te dejó con la familia de tu madre porque no te quisiera: al contrario. Te adoraba como nadie en el mundo. Siempre hablaba de ti cuando conversábamos. No justifico el actuar de ese muchacho, tu hermano, pero hay un motivo por el que él es así contigo.

Allistor sintió que todo el cuerpo se le quebraba cuando el sacerdote le mencionó a Arthur. Recordarlo era despertar el odio visceral que constantemente creía muerto, pero que en realidad permanecía dormido en su corazón.

APH: Lus Primae Noctis | BritaincestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora