Allistor necesita ponerse de pie por un rato, como si no fuera capaz de procesar nada de lo que está escuchando. La sensación no es nueva: la conoce bien. Camina un momento, unos pasos más allá del padre Armand y le da la espalda. Niega con la cabeza y se muerde el labio por dentro para evitar llorar, mas no puede. Se seca las lágrimas con las manos y respira fuertemente, agitado, como si algo lo persiguiera. Siente lástima por Arthur, es cierto, pero el dolor es más grande e insoportable al saber por qué, realmente, Murron está muerta. Ella había sido el canal por el que Arthur llegó a destruirlo y lo había conseguido, y no conforme con eso lo siguió pisoteando en el suelo al escuchar la historia de su madre, y el golpe de gracia llegó al conocer por qué Arthur era como era. No era culpa de Edmond, que probablemente le había heredado a su nieto lo peor de él; Arthur era así por el dolor que arrastraba por la indiferencia de Frederick. Por eso asesinó a Murron, porque quería ver con sus propios ojos cómo el hijo que el lord sí había amado de verdad, era destruido hasta volverse peor que un estropajo.
—Sé que te debe costar horrores comprender esto, porque sé, también, que odias a Arthur como a nadie.
Allistor no sabe qué responder. ¿Realmente lo odia? Sí, lo hace. ¿Por qué? ¿Por matar a Murron? ¿Por haber tenido una infancia difícil pese a los cuidados y placeres con los que creció? ¿Por haberse enterado que toda su vida había sido un mero reemplazo que jamás pudo sustituir en la vida de su padre?
—Mató a Murron—Dice, y el corazón le late violentamente al recordarla.
El padre Armand frunce el ceño.
—¿Era la mujer que amabas? —Le pregunta, conmovido.
—Que amo. Sí—Responde, convencido—. Era mi esposa. Lo fue por unas horas, al menos.
—Lo siento mucho, hijo.
—Ya no tiene caso—agacha la mirada al piso, sintiéndose humillado por todo cuanto lo rodea—. Murron está muerta por culpa de Arthur. O de... de Frederick. De Edmond. Ya no sé qué diablos pensar. Me estoy volviendo loco.
Al alzar la mirada, el padre Armand ve la mirada nublosa, enrojecida; la misma que Frederick tantas veces le mostró a él, mientras recordaba a su hijo.
—No sé si quieres saber lo siguiente.
Allistor hace un gesto de resignación. Qué diablos puede ser peor de todo lo que ha oído ya.
—¿Qué sería "lo siguiente", padre Armand? —Vuelve a sentarse junto a él.
—Cómo fue que Arthur te encontró.
.
Volvió al castillo y arrasó con todo cuanto encontró en la entrada, como un tornado que destruye todo a su paso, violento y despiadado. La servidumbre intentó detenerlo, pero él ordenó a gritos que no quería ver a nadie y detrás de él, sólo quedaron insultos innecesarios a sus sirvientes, a su padre, a un hermano que nadie sabía que existía pero que no se atrevieron a investigarlo, y a él mismo, por saberse tan patético, con una vida patética, y un motivo de existencia patético.
Cerró la puerta de su habitación de un portazo. Una de las mujeres que lo crio, Jane, y que aún vivía en el castillo, escuchó el escándalo reconocimiento en el acto la voz de Arthur e intentó calmarlo desde afuera de la habitación, golpeando infinitas veces, llamándolo por su nombre con la dulzura que siempre utilizó al dirigirse a él, pero Arthur no la escuchó jamás. En lugar de corresponder el cariño que ella le tenía genuinamente, él le gritoneó que lo dejara solo, que por primera vez en su vida, necesitaba soledad.
Jane no desistió y golpeó la puerta todavía más fuerte, gritándole de vuelta:
—¡Mi lord, por favor! ¡Necesito saber qué le pasa...!
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APH: Lus Primae Noctis | Britaincest
FanfictionEl lord inglés Arthur Kirkland reclama su derecho de pernada sobre el matrimonio de Allistor y Murron, sin dejar de sorprender a los campesinos escoceses cuando sus ojos verdes, codiciosos, no se habían posado en ella para reclamarla, sino en él. ¿P...