A brave heart: IV

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Allistor se quedó petrificado en su lugar. ¿Frederick está vivo?

¿Le significaba aquello algún tipo de alivio realmente?

—Y quiere verte, hijo.

El muchacho ladeó la cabeza en negación, incapaz de auto convencerse. Una noticia así no podía digerirla en cosa de minutos, necesitaba más tiempo para pensar en si quería verle la cara a ese hombre o quería hacer caso omiso desde la historia de Arthur, de la angustia que lo acompañará por el resto de su vida y llegar a entender, remotamente, su actuar tan violento y explosivo. Cómo hubiera reaccionado él, se pregunta, con su hermano, de haber sabido que toda su vida sólo fue útil para fines egoístas de alguien más, para solventar en parte aquellos errores de juventud, de haber sido un reemplazo en la vida de sus padres y que jamás pudo cumplir con tales expectativas. Quizá, piensa, hubiera hecho lo mismo. Tal vez hubiera desaparecido, o incluso habría buscado la calma primero y después las respuestas sin causarle daño a nadie. No lo sabía, pero todavía le quedaba algo de comprensión y llegó a preguntárselo.

El padre Armand todavía lo mira, esperándolo. Es un hombre que ha debido tener mucha paciencia, no le será un problema esperar a Allistor después de esperar a su amigo, de escuchar toda su trágica historia, de ir a buscar a su hijo a las tierras altas y traerlo hasta él.

—Yo no sé si quiero verlo a él—Se sincera.

—Yo lo entiendo—Responde el sacerdote. Ese hombre es infinitamente comprensivo, por lo que Allistor puede llegar a entender por qué Frederick lo eligió a él como su confidente—, pero también entiendo a tu padre y sé lo importante que eres para él. No le queda mucho tiempo, hijo, está enfermo gravemente.

Allistor contrae su expresión.

—Lo comentaré con mis padres.

El padre Armand se retira entonces y deja que Agnus y Eleanor entren. Allistor les narra la historia con los mayores detalles que puede en un tiempo que espera sea breve pero suficiente, y les dice finalmente que Frederick quiere verlo. Eleanor, comprensiva, da un paso adelante y lo abraza sentidamente. Agnus toma la cabeza de su hijo y ambos, sincronizados, le dan la respuesta que el muchacho necesita tanto escuchar:

—Ve, Allistor.

Esa misma noche, el padre Armand y Allistor suben al carruaje camino a la iglesia. El joven va también con su caballo que se suma a la tira del transporte. El viaje dura dos días, donde los descansos eran breves pero reconfortantes. Le daban agua a los caballos y dormían en el interior. En la mañana, el sacerdote palmó la espalda del joven para despertarlo.

—Llegamos, hijo.

Allistor abrió bien sus ojos, sin poder creerse aún que vería a Frederick después de escuchar tanto sobre él. Bajaron, y al entrar, la tos seca del avejentado ex lord resonó en cada piedra de la capilla. Allistor se detuvo, casi asustado, pero el padre Armand lo instó a avanzar. Dio uno, dos, tres pasos hacia adelante. Volvió a detenerse, sintiéndose absolutamente incapaz de enfrentarlo porque todavía se preguntaba cómo iba a reaccionar teniéndolo delante. El sacerdote insistió, y Allistor casi ya temblaba completamente.

—Entraré yo primero, si es lo que prefieres—Le propone.

Allistor asiente y traga saliva. Se siente como si fuera a enfrentarse a un monstruo del que ha escuchado las peores leyendas, pero que aún le es impredecible.

El padre Armand toca despacio la puerta, y al abrirla, ve que Frederick está en la misma posición en la que lo dejó al salir hacia Escocia. Está moribundo, débil, y con su eterna expresión demacrada. Se sienta en la cama junto a él y le toma la mano. La siente fría y seca como nunca antes.

APH: Lus Primae Noctis | BritaincestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora