—Me enteré que Frederick, Kerra y mi madre andaban huyendo por Escocia cuando vino un soldado de la esposa de lord Edmond, un hombre experimentado que sirvió toda su vida a la casa Turner, que era de donde Lady Alice venía. Me dijo que el lord los seguía para matarlos.
Allistor se mostró más contrariado y con el corazón a mil por hora.
—¿Incluso a Frederick? —Preguntó.
Eleanor suspiró pesadamente.
—Los Kirkland arrastran con tradiciones cuestionables, hijo—Le respondió, lamentándose de todo aquello—. Son capaces de todo con tal de mantener su reputación y su poder.
Allistor entendió, entonces, por qué Arthur era como era; pero no podía entender aún por qué aquel hombre del que su madre hablaba era tan distinto.
—El lord Arthur, a pesar de no ser más que un chiquillo, es muy parecido a lord Edmond—Complementó Eleanor. Allistor ya adivinaba hacia dónde iba la conversación y carraspeó incómodamente prefiriendo responder con otra cosa.
—¿Alguna vez Edmond los encontró? —Pero su pregunta no ahuyentó a la incomodidad a cambio de algo mejor. Se sentía atrapado e impotente.
Eleanor fijó la mirada hacia en frente, como si quisiera evitar a toda costa enfrentarse a los ojos verdes de Allistor. Lo único que la mantenía anclada a él eran sus propias manos.
—Sí—Respondió.
.
Alice había hecho llegar la información a Eleanor y Agnus de que su familia estaba bien, pero por breves momentos ni mucho menos para siempre, para luego volver a emprender camino hasta perderse de vista de los soldados de Edmond. Alice, temiendo por la vida de su hijo (y su nieto, aunque su posición le hacía cuestionarse si debía preocuparse por Kerra también haciéndosele inevitable) consiguió unos cuantos soldados que habían sido fieles a su padre y se las arregló para escoltarlos a través de ellos mientras pudieron permanecer al norte de Inglaterra, en una cabaña abandonada que perteneció a los Turner. Era pequeña, cómoda, y sería ideal para que Kerra pudiera tener a su hijo. Eleanor, mientras tanto, permanecía lejos de su hermana y jamás pudo dar con la cabaña que Alice preparó, pues no contaba con los recursos necesarios ni la protección de nadie salvo la de su esposo, pero confiaba en que si la esposa del lord, quien también tenía cierto poder por su posición, había tenido la intención de protegerla, estaría todo bien al menos hasta que el bebé naciera. Ya luego se ocuparían de los problemas que algo así acarreaba en esa crítica situación.
Una vez que el trato Alice fue cerrado con su hijo a través de mensajeros (Edmond le había prohibido salir del castillo, adivinando el maternal corazón de su esposa y el suyo cegado por la ira) Frederick, Kerra y su madre llegaron a la cabaña. Luego los soldados de la casa Turner se retiraron, pues el objetivo era escoltarlos hasta allí y luego desvanecer todo rastro. Aquellos soldados eran hombres veteranos y no tenían oportunidad alguna contra los soldados de Edmond, entrenados a cabalidad y vigorosos por su mediana juventud. Frederick lo entendió y al mirar la casa se sintió seguro por primera vez en mucho tiempo, alejado de su padre y su implacable sensación de traición de su propio hijo, su heredero, su sucesor. Así que una vez que los hombres se retiraron en silencio con sus rezos susurrados en eternos ecos, Frederick y las dos mujeres entraron a la casa.
Tres días después el muchacho le escribió a su madre que se encontraba bien junto a Kerra y que estaban a salvo. Alice lloró sobre la hoja arrugada conteniendo su sonrisa de felicidad y atesoró la carta como si hubiera sido la más preciosa joya de toda Inglaterra. Pensaba firmemente que aquello era lo último que podría obtener y saber de su hijo en mucho tiempo, y no se equivocaba.
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APH: Lus Primae Noctis | Britaincest
Fiksi PenggemarEl lord inglés Arthur Kirkland reclama su derecho de pernada sobre el matrimonio de Allistor y Murron, sin dejar de sorprender a los campesinos escoceses cuando sus ojos verdes, codiciosos, no se habían posado en ella para reclamarla, sino en él. ¿P...