An in love heart: III

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Allistor despertó al otro día en la mañana, tendido en una cama ajena que, sin ser suya, le pertenecía. A su lado dormía Arthur dándole la espalda. Se le hizo más pequeño de lo que recordaba, parecía absolutamente indefenso dormido a su lado, como si necesitara protección. Allistor frunció el ceño al percatarse de lo irónica que era la situación; s había algo que Arthur poseía de sobra era protección. Constaba de un techo, una cama caliente, un pequeño ejército y sus dominios iban ensanchándose cada vez más, se expandían como un virus y eso no podía ser bueno para nadie. Era un problema que un lord común, joven y soltero llegara a alcanzar tanto poder hasta aparentemente superar al rey. Eso no podía ser. Por eso sus acciones eran vigiladas constantemente por la corte real, pese a ser él miembro de la misma.

Lo que nadie pensaba en esa corte, era que el problema se pondría todavía peor.

Allistor pensó en salir de ahí cuanto antes, pero no se esperó que apenas pusiera un pie fuera de la cama y terminara de vestirse, Arthur se girara hacia él y le clavara su gélida mirada verde.

—¿Tan rápido te vas? —Le pregunta, con una sonrisa burlesca.

Allistor lo mira simplemente, y no le dice nada. Ni siquiera lo mira con rencor, es como si todo aquello negativo que traía en el corazón se hubiera quedado allí, en esa cama austera y la tosca habitación. Lo triste era, realmente, que ya no le quedaba nada más dentro. Estaba vacío, hueco, y sentía una profunda apatía por todo cuanto lo rodeaba. Arthur aún lo mira expectante, todavía le sonríe mientras Allistor ya ni siquiera puede ser capaz de odiarlo. Es como si se hubiera acostumbrado rápidamente a la aversión y se hubiera adaptado a un nuevo hábitat, uno ruin y despiadado, buscando eternamente una forma de redención. Ni siquiera era capaz de sentirse culpable por haberse acostado con él, por haberlo deseado y haber querido destruirlo en el acto, humillarlo hasta lo más abominable que era capaz de expresar por su eterno corazón destrozado. Murron ya no estaba con él, qué más podría hacer salvo destruirse a sí mismo.

Gira hacia la puerta dispuesto a irse. Arthur lo vuelve a detener con el mero sonido de su voz.

—Sabes que puedo detenerte con sólo dar la orden, ¿no?

Está de pie frente a la puerta, es cosa de abrirla y salir de allí. No importa que los soldados ingleses le perforen el cuerpo con sus espadas mientras intenta llegar a la tumba de Murron. Tanto mejor si lo asesinan, nada desea más que reunirse con ella.

—Mira, Allistor—Continúa Arthur, marcando exageradamente un acento inglés al pronunciar su nombre—. No voy a obligarte a quedarte conmigo, aunque déjame decirte que es lo que más te conviene, al menos de momento.

Allistor sigue sin moverse. Aprieta fuertemente sus puños y, girándose hacia Arthur, le espeta:

—Vas a decirme por qué mierda me trajiste aquí, y me lo vas a explicar ahora—Su voz suena autoritaria y con una marcada irritación. Se odia al pensar que la luz de la mañana, una luz blanca de día nublado, ilumina la pálida piel de Arthur como si fuera una criatura celestial.

El inglés ríe brevemente.

—Ven.

Allistor no se mueve de allí. Arthur rodea sus ojos.

—¿Todavía piensas que voy a hacerte daño?

—Serás hijo de puta... Suficiente has hecho ya, sodomita.

Arthur vuelve a reír.

—¡Ah! Ahora el sodomita soy yo—Bufó, burlista.

Allistor se aguantó las ganas de golpearlo.

—En fin. ¿Quieres que te lo cuente o no? —Dice, sin estar muy interesado en contárselo.

Allistor se mantiene unos segundos allí, sin acercarse. Volver a esa cama, a la cercanía con Arthur le produce una sensación horrible en el estómago, y el inglesito engreído ya está listo para ir a buscarlo él, así que prefiere acercarse. Se sienta en la cama, ve que Arthur le sonríe con cinismo. Es apenas un muchacho, despeinado, sarcástico, caprichoso, que tiene todo el poder y la suerte de su lado. Allistor es un simple campesino humillado, vaciado de todo cuanto ha podido obtener, lo poco que pudo conseguir. ¿Qué puede buscar en él un lord inglés que, siendo tan joven, posea tanto en sus manos sin el menor riesgo a que todo se le resbale entre los dedos? Porque todo cuanto Arthur tiene es indisoluble, permanecerá eternamente colgado a su cuello, como una marca de nacimiento. Podrá perder sus tierras, su riqueza, pero su sangre seguirá siendo la de un noble y eso significa tanto para la política que en un abrir y cerrar de ojos podría volver a obtenerlo todo. Si Allistor pierde, allí se queda, estancado, acabado y solitario en una torre escocesa, muriendo por la edad y por su sed de venganza.

APH: Lus Primae Noctis | BritaincestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora