bloodbath ━━ niklaus mikaelson ✓

iii. stolen ring

capítulo tres,
( stolen ring )

  UN ESTRUENDO RESONÓ EN CADA RINCÓN DE LA CASA CUANDO la puerta principal fue tirada abajo por una patada de Rebekah. Decir que estaba furiosa era poco. Sus manos estaban cerradas en puños, sus nudillos blancos, y su mandíbula estaba tan apretada que parecía que iban a romperse sus dientes. A su paso dejaba un aroma a carne quemada mientras de su piel carbonizada brotaba humo. Los labios de Astrid se separaron con sorpresa al verla entrar en la cocina y esconderse junto al refrigerador donde los rayos de sol no lograban impactar contra su piel. Dirigió su mirada a sus manos y se dio cuenta que no llevaba con ella el anillo que le permitía caminar a la luz del día sin problemas; obra de Skyler.

En el umbral de la cocina apareció Elijah. Su vista pasó de Astrid a su hermana en cuestión de segundos. Astrid supuso que seguía enojado con ella, incapaz de perdonarla por haberlo matado de manera temporal para salirse con la suya. No lo culpaba, tenía razón en odiarla, si es que lo hacía. Había sido una perra y se encontraba en deuda.

—¿Rebekah? —preguntó Elijah viendo como su piel sanaba—. ¿Qué es lo que pasó?

Las fosas nasales de la original se dilataron cuando tomó una profunda bocanada de aire. Astrid aún no había tenido el placer de conocerla enojada, pero con sólo verla así deseaba nunca hacerla enfadar. Aún tenía cosas que resolver antes de morir, personas con las cuales disculparse y tratar de enmendar situaciones; porque estaba segura de que cuando le pusiera las manos encima a Skyler no duraría mucho.

—¿Qué crees que pasó Elijah? —espetó.

Pensando en sus siguientes palabras, cuidando de no hacerla enfadar más, Elijah le dio un rápido vistazo a Astrid antes de volver la mirada a su hermana. Sus irises azules se encontraban más oscuros de lo normal, plagados por odio.

—Imagino que la bruja te robó el anillo —murmuró con voz queda metiendo sus manos dentro de los bolsillos delanteros de su pantalón.

—Voy a disfrutar haciéndola sufrir antes de matarla —masculló entre dientes apretados—. Va a arrepentirse.

La vampiro más joven se levantó del taburete en el que estaba sentada, atrayendo hacia su personas la atención de los hermanos. Sentirse intimida bajo sus miradas era un sentimiento nuevo que no disfrutaba en absoluto, aún podía recordar la época en la que le transmitían paz.

—Iré por una manta —explicó—, así puedes moverte por la casa.

La mirada de Rebekah se suavizó y la comisura de sus labios se alzaron hacia arriba. Asintió con su cabeza y Astrid giró sobre sus talones para salir de la cocina. Atravesó el living para llegar a la escalera y ascender por ella. Al llegar al primer piso fue a su propia habitación, sacó la manta de su cama y volvió a descender.