9. Danger...

1.1K 158 18
                                    

Elleny.

Viernes, 24 de noviembre de 2017.


Miré la hora. Eran apenas las 9:54 de la mañana.

Miré la fecha. Faltaban solo seis días para que se cumpliese un mes desde que había tomado la arbitraria decisión de partir de casa. Sumado a eso, era día de acción de gracias.

Caí en cuenta de que sería la primera cena de acción de gracias sin la abuela Molly luego de quince años, y por más que traté, me fue imposible detener las lágrimas al recordar con tristeza su ausencia.

Los abuelos marcan pautas imborrables en nuestra vida. Con ellos es una cosa, y sin ellos, otra totalmente diferente. Pueden ser demasiado empalagosos, quizá no tan cariñosos, de carácter suave, de carácter fuerte, dedicados o desinteresados; pero siempre serán nuestros abuelos y calarán fuerte en nosotros. De una u otra manera lo harán. Es más fuerte aún cuando previo a no tenerlos, te toca ser testigo de cómo alguna enfermedad llega para llevarse su salud, su tranquilidad, sus últimos momentos y en algunos casos, hasta su memoria.

Sin tener la valentía de sacar el teléfono del modo avión en el que llevaba ya casi un mes sumergido, lo apagué y lo volví a meter en la caja de zapatos donde lo tenía guardado. Pasé con delicadeza la yema de mis dedos por las cartas que también se encontraban en esa caja y sentí que me quemó la gran cantidad de sentimientos que se encontraban plasmados en esas letras.

Retiré la mano y tapé la caja, para colocarla debajo de la cama e ir a darme una ducha. Aún me sentía incrédula ante la situación en que me encontraba. Realmente pensé que cuando él me ofreció un espacio en su casa, se refería a un cuarto de servicio o algo parecido. Para nada acerté, pues tenía todas las comodidades que podría siquiera pensar.

Luego de darme una ducha, decidí vestirme con un cómodo conjunto deportivo azul y zapatos deportivos blancos. Trataba de estar siempre vestida de la mejor manera posible, pues no quería faltarle el respeto de ninguna manera a él, aparte, al no saber cuál sería mi paradero, en el momento de empacar, me decidí por todo aquello manga larga y que me cubriese hasta los tobillos.

Mientras alisaba mi cabello, escuché el timbre repicar. Me extrañé, pues era primera vez que lo escuchaba.

—¡Elly! —Gritó Danger desde su habitación—¿Puedes ir por favor? Debe de ser un delivery de dulces que encargué.

—¡Claro! —Respondí, al mismo tiempo que me apresuraba a la entrada del apartamento. El apartamento aparte de ser espacioso, era muy moderno. Desde un piso reluciente en el que podías ver tu propio reflejo, hasta lámparas incrustadas en el techo blanco.

Un ventanal que suplía casi media pared, le daba completa entrada a la luz solar y como resultado se aligeraba el ambiente de una manera hermosa. No me había podido contener de tomar todas y cada una de las tazas de café ahí frente a ese ventanal. Observando desde arriba la monotonía de la sociedad y tratando de entender como entre tantas personas que parecían estar bien, habían tantas personas sufriendo sus propias batallas internas.

—¡El dinero está en el mesón!

—¡Listo! —Respondí cuando tomé el efectivo que se encontraba en el cuadrado mesón blanco.

Abrí la puerta y miré del otro lado de ella, a una hermosa chica con una espesa cabellera negra y mirada a juego, observarme estupefacta.

—¿Eres la chica del delivery? —Cuestioné con amabilidad.

Entre tu luz y mi sombra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora