Elleny.
Domingo, 31 de diciembre de 2017.
Cuando se hizo la hora de cenar, tras insistirle varias veces a Afraid y que él aceptara, me tomé la libertad de poner la mesa e improvisar nuestra propia cena de víspera de año nuevo.
El ambiente fuera del apartamento, gritaba emoción por todos lados. La nieve no era suficiente impedimento para que el resto de las personas salieran a la calle a comprar algunas de las cosas que hacían falta para la cena, o ir a visitar a sus familiares. Desde el ventanal había estado un rato observando cómo las personas se movilizaban con entusiasmo y como cada grupo de familia derrochaba más felicidad que otras. Es como si todos tuviesen la esperanza de que a partir de mañana, todos sus errores quedarían en el pasado. Que un año nuevo era la esperanza de poder iniciar de cero. Por eso, dentro del apartamento, donde solo nos encontrábamos Afraid y yo, no había esa misma emoción por un nuevo año. Él y yo sabíamos que ni nuestros errores se borrarían, ni tampoco necesitábamos una fecha especial o un nuevo año para comenzar de cero. Solo necesitábamos ganas y voluntad para hacerlo. Esa era nuestra única esperanza.
Cuando terminé de colocar todo en la mesa, llamé a Afraid para así ambos comenzar a comer, ya que duramos toda la tarde hablando y solo nos percatamos de lo tarde que era cuando comenzamos a sentir nuestros estómagos gruñendo de hambre.
Escuché sus pasos a través del pasillo y me apresuré a buscar el jugo de frutas que era lo único que faltaba en la mesa, pero cuando me di vuelta vi en la cara de Afraid un expresión desolada que no se asemejaba en lo más mínimo a la cara llena de gracia que tenía minutos antes cuando estábamos hablando.
—¿Qué ocurre? —Pregunté de inmediato.
Él negó con su cabeza y me hizo una seña con sus manos de que lo dejara pasar, que no pasaba nada. Dudosa, aún así dejé los vasos y la jarra de jugo sobre la mesa y me senté. Él hizo lo mismo. Sin embargó, la manera en como lo miraba todo, lo tenso que estaba y la carencia de expresión en su rostro, elevó por completo mi angustia y mi preocupación.
—Afraid necesito que me digas que te sucede.
Él seguía sin querer hablar.
Cambié de puesto y pasé de estar sentada frente a él, a estarlo a su lado. Tomé una de sus manos e ignoré el escalofrío que me recorrió toda la espina dorsal, cuando con delicadeza, deslicé la yema de mis dedos contra las de él y crucé los mios contra los suyos.
—No quiero que te sientas forzado a hablar. Ni en la obligación de hacerlo. Solo sé que todo eso que no dices, se queda dentro de ti. Se vuelve pesado, oscuro y asfixiante. No lo digo por decirlo, lo digo por experiencia. Por eso me tomo el abuso de decirte esto. Porque se cuan horrible se siente no hablar y tú no mereces sentirte así. Yo estoy aquí para ti y debes saber que siempre trataré de estarlo. Para escucharte, acompañarte y apoyarte. Siempre trataré de estar.
Intenté con suavidad de retirar mi mano, pero él hizo más fuerte el agarre, impidiéndome hacerlo.
—Fue un día como hoy hace ya once años.
Me mantuve en silencio mientras escuchaba sus palabras.
—Hace once años que no había tenido una cena de año nuevo. Desde hace once años Elly, no he tenido con quien compartir una. Hace once años mi madre se fue de casa y esa misma noche, su marido... Su marido me la arrebató.
Traté de mantener la calma ante su confesión. Si me exaltaba o lo interrumpía, quizá ya él decidiera no seguir hablando. Solo me aferré más al agarre de nuestras manos y él también se aferró más a ello.
—Te juro que todos los días recuerdo ese día. Ese momento, esa escena. Recuerdo que traté de hacer lo posible por protegerla. Para evitar que pudiese pasarle algo... Pero no pude—Su voz se volvió más ronca, más débil y titubeante— No pude evitar que él me arrebatara a mi hermana.
Tras un par de segundos de completo trance en el cual me mantuve en silencio, hablé.
—Yo sé que sí lo hiciste. Créeme que lo sé.
Afraid estableció contacto visual conmigo y mi pecho se apretujó al notar sus ojos vidriosos.
—Se llamaba Allison, pero le gustaba que la llamaran Ally. Casi, casi como tú.
Quede estática cuando me habló del parecido de nuestros nombres. Y pensé en lo doloroso que quizá resultaba para él eso.
—Ella está contigo siempre. Te lo dije en la carta que te di el dia de tu cumpleaños. Se nota que te cuida y te ayuda a ser la excelente persona que eres hoy. Te impulsa a ser mejor.
Una lágrima se deslizo por su mejilla y me apresuré a secarla con la yema de mis dedos.
—Si quieres llorar hazlo. Aquí estaré para secar cada una de tus lágrimas.
—Eso debería hacerlo yo, no tú.
—Eso lo hacemos los dos.
Cerró sus ojos y su cara optó una expresión de dolor que me desgarró por completo.
—Aún recuerdo como la pateó con tanta fuerza que ella empezó a convulsionar. A ahogarse con su propia sangre. No podía respirar. Las palabras no le salían y...—Un sollozo lo interrumpió— Y aún así ella solo me decía cuanto me quería y cuan buena sería cuidándome desde el cielo.
Me fue imposible detener las lágrimas, pero no quería que él me viese llorando.
Él aún tenía esa fuerte expresión de dolor en su rostro, y aunque la mía no se notaba, me apretujaba el corazón.
Como si de un mal chiste se tratase, los fuegos artificiales comenzaron a estrepitar en las ajenas calles de la ciudad.
Esa celebración no tenía nada que ver con nosotros, y supe que tenía que ayudar a Afraid con ello.
Elevé mis manos a sus oídos y las coloqué ahí con delicadeza en un intento de apaciguar un poco el sonido para él. La cercanía de ese momento, desató en mí una ansiedad de protegerlo, que no sabría cómo explicar.
Quería demostrarle que no estaba solo. Pegué mi frente con la suya y mantuve mis manos en sus oídos.
Él seguía con sus ojos cerrados. Éramos solo él y yo, juntos en ese momento. No existía nada más.
—No estás solo Afraid. Ella te cuida desde el cielo, y yo te cuido acá.
Aún con los ojos cerrados, respondió.
—Me transmites paz, Elly. Me transmites paz cuando estas a mi lado. Procura no alejarte de mi como lo hiciste.
—No lo haré Afraid. No cuando extrañarte me hace sentir tan desprotegida. No más, no a partir de ahora que tenerte cerca, es como estar en casa.
El silencio nos arropó y aunque no era un silencio incomodo, era un silencio inquietante. Un silencio que más que alejar, quise justificar. Y es que sus labios, más que hacerlos hablar, los quería besar.
Y lo hice.
Plasmé con delicadeza mis labios contra los suyos, aún manteniendo nuestras frentes juntas y adentrándonos a ambos dentro de una burbuja, una burbuja que nos alejaba de una nueva fecha y de fuegos artificiales. Nuestros labios parecían ser polos opuestos, pues se atraían con ímpetu y decisión. Como si ellos más que él y yo, hubiesen estado mucho tiempo a la espera de ese momento.
Él pareció reaccionar unos segundos después, cuando un carraspeó, hizo que separara el contacto de nuestros labios.
—De todas las cosas de las cuales te he creído capaz, que fueses tú la que diese nuestro primer beso, no era una de ellas.
—¿Sabías que tendríamos un primer beso?
—Al igual que sabía que sería especial. Al igual que sé que no será el último. —Dijo al mismo momento que volvió a plasmar sus labios contra los mios.
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TENEMOS PRIMER BESOOOO SEÑOREEEES!!!!!!!!!!!!!!!
QUIENES ESTABAN A LA ESPERA DE ESTE MOMENTOOO??? QUE LES PARECIÓ????
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Entre tu luz y mi sombra.
Ficção AdolescenteLa vida para Elleny, empezó a perder sentido desde que era apenas una niña. Una niña que cargaba con el peso de pérdidas irreversibles y sucesos imborrables. Elleny sabía que era luz, pero su oscuro pasado tenía un propósito: Apagarla. A sus veinte...