Welcome to Silent Hill || BNHA || KatsuDeku

◦ ⛧ﾐ ◦ Chapter V: Otherworld

— ¡Katsuki, Katsuki por favor no me hagas esto! ¡Katsuki por favor!—No importo cuantas veces lo zarandeaba, ni cuantas más suplico que no se desmayara.

Bakugō Katsuki había perdido la conciencia. Y él estaba solo de nuevo.

—Por favor... por favor no me dejes solo. —Suplico, con lágrimas y la voz rota. No quería estar solo de nuevo. No quería enfrentarse a ese lugar él solo.

Una de las razones por las cuales había seguido a Bakugō cuando decidió internarse al pueblo, fue para pedirle ayuda. Él era consciente de que no podía enfrentarse a ese lugar solo. De que por más que buscara hacerse el fuerte y valiente contra sus peores traumas, estos siempre terminaban por derrumbarlo.

Con el apoyo de otro ser humano, de alguien como Katsuki que parecía no tenerle miedo a nada, es que vio su rayo de esperanza en él. En una esperanza de poder salir.

Sus lágrimas seguían cayendo, a pesar de saber que Bakugō realmente no estaba muerto ni que se había hecho daño, la idea de seguir solo el camino o encontrar un lugar donde ocultarse, sería una tarea difícil.

Aunque dicha tarea iba a volverse mucho peor...

Su realidad comenzó a cambiar. Unas fuertes sirenas comenzaron a escucharse de fondo. Las paredes se despintaban al igual que el piso, toda decoración de cuadros, mesas, sillas y cualquier otro mueble del entorno comenzaba a desvanecerse. La realidad volvía a colapsar.

Izuku sabía lo que pasaría ahora, y no podía sentirse más aterrado. Abrazo a Bakugō contra su pecho, envolviéndolo de manera protectora, mientras que él cerraba los ojos con fuerza. No quería enfrentarse a esa realidad, no quería estar atrapado en ese otro mundo, no de nuevo.

Silent Hill ocultaba más cosas de las que cualquiera se podría imaginar. Y evidentemente ninguna de esas cosas sería buena.

Un lugar que podía volverse mucho más horrible en cuestión de minutos. Un lugar que te daba la Bienvenida a un Infierno. Más específicamente, TÚ infierno.

Las paredes y el piso, habían cambiado completamente. Ya no era la madera vieja de la biblioteca, ahora eran materiales de metal y concreto.

Paredes de metal, llenas de manchas de dudosa procedencia, pero que cualquiera reconocería como manchas de sangre seca y otros fluidos que se entremezclaban para dar esa obra de arte horrorosa sobre sus paredes.

El piso de frio concreto, lleno de mugre y más manchas de sangre. Muchos gritos comenzaron a sonar de distintas partes, así como el ambiente se volvía terriblemente húmedo y caliente con un aroma dominante de azufre.

Sonidos de cosas que se movían de un lado a otro, de puertas que se abren y cierran y susurros inentendibles. De suplicas y gritos.

Una realidad que colapsaba para crear otro mucho peor.

Midoriya no dejaba de abrazar y proteger al inconsciente rubio, mientras suplicaba que despertara. Incluso si sabía que toda suplica sería inútil, quería tener la esperanza de que despertaría y lo ayudaría a enfrentar aquel maldito mundo.

Izuku abrió los ojos poco a poco, viendo que ahora estaban en otro lugar.

Estaban en una celda de prisión. Había una cama pegada a la pared, con un colchón terriblemente desgastado, manchado y viejo. Las paredes grises, con rasguños en su superficie hechas por las uñas de un ser humano. Había un baño en una esquina que desprendía el aroma nauseabundo de orines y excremento. No había una ventana, y la única luz que había era la que estaba en el pasillo.

Luces que titilaban en su color amarillo, y los gritos que se seguían escuchando de fondo.

Izuku suspiro aterrado. Podría entrar en un ataque de pánico por el entorno donde estaba ahora, pero un tibio aliento en su cuello lo distrajo. Katsuki seguía durmiendo sobre él, y su aliento así como su respiración, calmada y suave, le hicieron enfocarse en lo que debía. Tenía que moverse antes de que algo quisiera ir a sacarlos de donde estaban. Puesto que no era la primera vez que Midoriya se encontraba en aquel otro mundo. Y sabía que algo, podría ir a sacarlos a la fuerza de la celda donde estaban.