Capítulo 1: Umbral

149 9 17
                                    


El sudor corre por mis mejillas y contengo una lágrima. Estoy sentado en mi cama y las frazadas están en el suelo... el mismo sueño... una vez más. Como una repetición perversa que me atormenta una y otra vez. Lo más doloroso quizás sea que el sueño en realidad es un recuerdo de mi vida. Lo cual me parece raro, no solo porque es un recuerdo, sino por la frecuencia del mismo mientras duermo. No creí que fuera posible que esto pase y hasta se vuelva algo común en mí.

Cuando tenía ocho años hubo una gran pelea en mi casa entre mi padre y mi hermano mayor Andrés, que en ese entonces tendría alrededor de catorce o quince años. Ese es mi sueño—recuerdo. Aun no recuerdo bien la causa de la discusión, creo que era sobre la vida de Andrés, él se quejaba porque mis padres hicieron algo que lo lastimó mucho.

Andrés siempre fue mi héroe, recuerdo divertirme mucho con él. Pero esa discusión con mis padres provocó que el tomara una decisión que cambiaría para siempre nuestras vidas, y no solo eso, rompería mi frágil corazón en mil pedazos.

Todavía recuerdo aquella tarde de julio, fue la quinta nevada en la historia de Rufino. Salí corriendo de la casa mientras el metía sus bolsos en la parte de atrás de la camioneta de su amigo. Recuerdo correr desesperado, llorando hasta caer en sus brazos, suplicándole que por favor no se vaya.

—Tengo que hacerlo Maxi, en esa casa ya no hay lugar para mí.

—¡No! ¡No me dejes! Yo voy a ser un mejor hermano ¡Lo prometo!

—No podés ser mejor de lo que ya sos.—Dijo agarrándome los hombros desesperado. —Te prometo que nos vamos a volver a ver. Creéme... estoy haciendo lo mejor para todos.

—¿Dónde vas a ir?

—Al sur, lo más al sur que pueda.

Me quedé mirándolo mientras la nieve se mezclaba con mis lágrimas.

—Lleváme, quiero irme con vos.

Él sonrió, luego me agarró del brazo y se inclinó hacia mí.

—Vas a ser grande Maxi. Vas a hacer cosas increíbles, no tenés idea... nos veremos muy pronto mi loquito.

Se subió a la camioneta y se fue. No recuerdo haber sentido mayor tristeza. Ese día me hice una promesa a mí mismo... que iba a hacer lo posible para que volvamos a ser una familia los cuatro.

El tiempo pasó y de vez en cuando Andrés me llamaba. Pero luego de un año, las llamadas cesaron. Pasó un tiempo y volvió a aparecer, estaba unos días y se iba. Después comenzó a venir cada un año, al tiempo se puso de novio y no lo volví a ver hasta que llegó con mi primera sobrina Karen. Las cosas entre él y mis padres mejoraron bastante pero nunca del todo.

Desde la primera vez que Andrés se fue de mi casa, las cosas fueron muy difíciles. Mi papá siempre tuvo problemas con el alcohol y mi mamá estaba en casa pero a la vez estaba ausente, como si constantemente su mente volara a otro mundo.

Sigo sentado en la cama, agarrándome la cara. Sigo pensando en el sueño y sé que ya no voy a poder volver a dormir.

De pronto, mi celular vibra, lo agarro y leo el whathsapp que me acaba de llegar. "¿Ya estás listo? ¡Voy para allá!". Es José, mi amigo de la infancia. Ahora que leo su mensaje, recuerdo que teníamos que salir. Durante estos días previos se anunció por televisión un eclipse de luna y José consiguió un telescopio para poder contemplar los cielos desde el parque de la ciudad. Lo había olvidado por completo.

Selecciono la opción "Responder" y le comunico que ya casi estoy listo. Son cerca de las tres de la madrugada cuando el auto de José llega a la entrada de la vereda de mi casa. Salgo sin hacer mucho ruido y abro la puerta del auto para meterme. Recuerdo pasar horas y horas charlando con José en el capot de su Ford Falcon del 90, el auto que heredó de su difunto padre. Amaba más a ese auto que a su propia vida y como no amarlo, era una hermosa máquina.

Las Crónicas del Rapto [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora