Capítulo 20: Águila Herida

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Luego de la particular cena, José y yo nos sentamos en un living del hotel, con unos sillones que se encontraban cerca de un fogón hogareño, me hizo acordar a la casa de Alberto y Clara, por eso le pedí a que nos sentemos ahí.

Ah, por cierto. Ya hablamos por teléfono con ellos y los saludamos sin decirles exactamente donde estábamos porque teníamos a Vanesa vigilándonos todo el tiempo. Pero, en fin. Por lo menos pude comprobar que Robin se encontraba bien, y tanto Alfredo como Clara saben que estamos vivos.

Volviendo al presente, estamos mirando el fuego, destruidos físicamente, necesitábamos un descanso urgente, el entrenamiento había empezado a surtir efecto, los músculos me latían del dolor y agotamiento. Nunca había hecho tanta actividad física. Mi contextura de cuerpo no es la ideal, no soy atlético para nada y jamás hice demasiada actividad física, más que un simple partido de futbol en Rufino con los amigos dos o tres veces a la semana.

Estoy mirando una foto de Robin cuando tenía 2 meses, lo extraño muchísimo, nunca había estado tan lejos de él por tanto tiempo, pero sé que está bien en la casa de Alfredo y Clara. De hecho, que esté con ellos es mucho mejor. Me lo imagino en este hotel lujoso, haciendo sus necesidades en los pasillos y siendo regañado por militares. Lo extraño, pero mi amigo peludo está mucho mejor sin mí.

Ahora no dejo de pensar en cuanto quiero ver a Andrés y cuan innecesario se me está haciendo todo esto. Todo este show, todo este entrenamiento. Comienzo a frustrarme mientras pienso en lo que podría estar haciendo si no estuviera acá. Me imagino cenando con Andrés, su hija y su esposa. Me imagino llevando a los chicos y presentándolos y vivir una hermosa velada. Pero, en vez de eso, estoy acá, con tantos dolores de cuerpo que podría estar a la par de un hombre de ochenta años.

Mientras pienso en eso, en ese mismo momento, Brenda y Érica aparecen y se nos unen junto al fuego.

—Hola feos ¿Qué hacen?— pregunta Érica

—Acá con los huesos destruidos.— responde José bostezando, nos contagia a todos.

—Ah, no fue para tanto, no sean nenas.— dice Brenda extremadamente feliz, enserio se ve demasiado feliz.

¿Tanto bien le hizo el payaso ese? ¿Acaso la consoló cuando estaba triste? ¿La llevó en un viaje de la muerte al corazón de la bestia?... ah no esperen... ¡Ese fui yo!

—Yo no dije nada.— agrego algo reacio. A lo que Brenda me mira con curiosidad.

—¿Qué hay para mañana? ¿Karáte?— pregunta Jota y hace ademanes simulando la disciplina.

—Mañana vamos a ir a unas oficinas, la asignatura se llama Análisis Parásito, le pregunté a uno de los chicos del grupo grande.— responde Érica.

—¿Análisis? Suena aburrido.— ahora Jota apoya sus pies en la mesa ratona que tenemos en frente del hogar.

—Se refiere a detectar hackers por la red. Creo que va a estar bueno.— Érica golpea los pies de Jota y ambos ríen en complicidad. La química entre ellos es completamente innegable.

—No puedo creer que me tengan encerrado acá, tendría que estar buscando a mi hermano y no acá perdiendo el tiempo.— digo ofuscado sintiendo el peso del cansancio en mi espalda.

—Maxi, yo te entiendo hermano. Pero sabes que ir con tu hermano mientras sos el blanco de un terrorista no es bueno ni para vos ni para él o su familia. — dice Jota y tiene toda la razón, nunca me lo perdonaría si por mi culpa le pasara algo a Andrés.

—Hey, no te preocupes, todo esto va a terminar pronto.— Brenda intenta calmarme pero no tiene idea de lo inútil que resultará.

—No, no va a terminar pronto. Esto no tiene sentido y ustedes lo saben.

Las Crónicas del Rapto [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora