Capítulo 23: Tensión

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El regreso al hotel es de lo más espeluznante que he vivido. José camina con Érica al frente, la tiene abrazada. Brenda camina conmigo apoyando su cabeza en mi hombro y rodeando mi brazo con los suyos.

Sé que acabamos de vivir una situación macabra, sin embargo me siento el tipo más afortunado del mundo por tenerla acá, con su cabeza en mi hombro. Me encanta que se siente con la confianza necesaria para hacerlo.

Nadie habla y parece que nadie quiere hacerlo. Nos acercamos al hotel y podemos ver a Valdés y Vanesa en la entrada.

—¡Los estuvimos llamando toda la noche!— grita Vanesa.—Estuvieron en ese disturbio ¿no?— pregunta dándose cuenta de nuestro estado. Estamos empapados y ensangrentados.

—¿Están lastimados?— pregunta Valdés.

—No es nuestra sangre.— respondo. En ese momento, Vanesa se da cuenta del estado de Érica y Brenda.

—¿Qué pasó Érica?— pregunta y Érica se abalanza hacia ella y se abrazan. Érica se larga a llorar nuevamente y Vanesa intenta consolarla, aunque no creo que pueda.

—Apocalipsis 22:5.— comenta Érica. Estamos en nuestra habitación. Los cuatro, en la alfombra cómoda de siempre.—Estaba recitando esa parte de la biblia.— prosigue.—No puedo creer que la hayan matado así. Y pensar que a nosotros nos pudo pasar lo mismo. Estoy en shock.

—Tranquila. Eso no te va a pasar.— comenta José.

—No lo sabemos en realidad.— agrega Brenda mirando a la mismísima nada.— Teníamos ganas de hablar a la gente sobre el rapto pero... esto me hizo pensar que, aunque estemos lejos de Kosinski, seguimos en peligro. La gente misma está enojadísima y desesperada. Obviamente no quieren escuchar lo que tenemos para decir.

—Quizás, lo mejor sea mantener un perfil bajo hasta que todo se calme un poco.— trato de calmar los ánimos.

—Estás equivocado en algo Maxi.— dice Brenda mirándome débilmente.—Esto nunca se va a calmar...

Las abrazamos hasta que se duermen. Esta vez no hubo juegos, ni chistes, ni risas. Solo perturbación y tristeza. Una vez que las chicas se duermen, José y yo nos vamos. Jota no hace ninguna broma, ni siquiera nos hablamos, solo nos vamos a dormir.

No queda otra que volver a la rutina de siempre. Mas entrenamiento, más computación, más VGA, más encierro. En fin, todo ha vuelto a la "normalidad". Y de una manera tan rápida que costó solo un día para salir del shock de lo vivido y encarar de nuevo nuestras vidas dentro del hotel.

Y es mejor que sea así, como cuando uno piensa en la muerte, "ojalá no sea lento" y eso es lo que espero de este proceso, que pase lo más rápido posible

En uno de los entrenamientos físicos, me encuentro levantando pesas. De pronto, una de ellas se me cae, por una fuerte puntada en el brazo izquierdo, en ese momento, Urso me ve, sonríe agresivamente, y balbucea ofensas en voz baja.

—¿Tenés algo que decir?— le pregunto acercándome a donde estaba.

—¿Perdón?— pregunta levantando una ceja.

—Perdón nada. Me escuchaste bien.

—¿Qué te pasa? ¿No podes levantar un par de kilitos?— pregunta sonriendo.

—Ah, ahora hablás fuerte y claro ¿no?

—No te pases conmigo, no sabés lo que te puede pasar.

Siento miedo cuando me habla así pero mi orgullo es más poderoso.

—A ver ¿Qué me puede pasar?

—¿Sabés que te puedo dar una paliza?

—No, pero me encantaría saber.

Las Crónicas del Rapto [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora