7|Me da igual.

1.2K 113 21
                                    






Carmen despierta con el sonido de la puerta, han estado golpeando la puerta desde hace varios minutos pero pensó que si quizás lo ignoraba la dejarían en paz.

Resignada se levanta de la cama y tropieza con uno de los zapatos de Alicia. Su hija a esta hora debe estar ya en la escuela.

—Voy.—dice y se coloca una camiseta larga y se calza las pantuflas. Se dirige de manera perezosa hacia la puerta y quita el seguro. —¿Si?

—Buenos días Carmen.—dice la señora Daysi, la rubia abre la puerta más y la deja pasar.

—Buenos días, perdóneme recién llegue del trabajo, pero tenga.—dice y le entrega el dinero de los meses que debía de la renta más el de este mes.

—Yo no venía a pedirte eso pero gracias por pagar. Solo iba a decirte que van a venir a vacunar a las mascotas...

—Yo no tengo mascotas.—dice confundida.

—¿En verdad? Oh entonces me retiro. —dicho eso le da una sonrisa a la rubia y se va. Carmen se acuesta de nuevo en la cama y cierra los ojos.

La puerta vuelve a sonar.

¿Tan difícil es que las personas entiendan que cuando no se abre la puerta es porqué están ocupados?

Sí, dormir es muy importante.

Malhumorada vuelve a abrir la puerta y se encuentra con unos labios conocidos que forman una sonrisa. Levanta la vista y ve a Christopher parado ahí mientras tiene las manos en los bolsillos de sus jeans.

—Buenos días, vecina ¿cómo está usted?—dice Christopher como niño pequeño, la rubia ríe. Pero eso no evita que no quiera golpearlo por arruinar sus dulces sueños.

—Hola, Chris. ¿Que te trae por aquí? —responde y la vista de Christopher viaja hasta sus piernas desnudas, tragando con dificultad aleja la mirada de ahí.

—Yo..., ¿que te iba a decir?—frunce el ceño pues no recuerda porqué a venido a la puerta de la rubia. Carmen ríe al verlo en esa pose de filósofo.

—Eres muy olvidadizo.—alega sonriendo.

—Ah, ya me acorde. —mira a la rubia quien tiene una mirada divertida.

—¿Qué era?

—Vine a pedirte un beso.—la rubia frunce el ceño y Christopher se quiere dar un golpe.—No, no, no. No era eso, era queso, vine a pedirte un queso.

La rubia suelta una carcajada y Christopher se sonroja. En años anteriores jamás se hubiera sonrojado, pero la profundidad de esos ojos negros le hacen sentirse vulnerable y perdido.

Es como si aquella rubia tuviera la habilidad de lanzarle un hechizo que lo vuelve loco, le intriga saber más acerca de la joven mujer que le sonríe. Es como si despertara de un largo sueño y ella fuera lo primero que ve después de mucho tiempo. ¿Qué tiene ella que no tengan las demás? Ella es como las demás... Niega con la cabeza, sabe que no es así, ella no es como los demás. Ella es... especial, misteriosa, intimidante, extraña, y jodidamente dulce ¿Cómo es eso posible?

—¿Terminaste de burlarte de mí?—murmura apenado, Carmen asiente sonriendo.

—Lo siento, fue imposible no reírme con eso. Entonces era...¿queso verdad?—Christopher asiente. —Pasa ya te lo doy.

Aprender a amar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora