No sé cómo te llamaría después de todo lo pasado...
Te has estancaste en mi corazón e impregnado en mi mente, tatuado en mi piel y dejado la sensación del roce de tus dedos después de todos los abrazos que me diste. Propinaste caos en mis emociones...
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¿Sentarnos juntos? Seguía.
¿Hablábamos? También.
¿Éramos frecuentes? Un rotundo NO.
"Mejor poco que nada" ¡Al carajo! ¡La había cagado! Pasé de tener una bonita y simple amistad a tener encuentros cada vez más incómodos, cortos y vacíos; en otras palabras, tu distancia me afectó. <<Debiste callar>> Me dijo una amiga, que para entonces pude conseguir, mientras me consolaba, estuve de acuerdo, pude haber aguantado un poco más y tal vez todo el dolor hubiera sido solo un intento más fallido de mis sueños.
La noticia no tardó en llegar a los oídos del todo el salón, muchos me miraron con pena, lastima y compasión, otras chicas también me ayudaron en su momento, pero no quitaron la impotencia que sentía al sentirte tan alejado de mí.
Me sentía mal, no estaba llorando, pero no faltaba mucho para eso ¿Sabes por qué? Seguro lo recuerdas, quise recuperarlo todo, solo logré una parte, puesto que no había contado con un pequeño detalle que se acercaba a paso de liebre: Ya estábamos en febrero ¿Sabes lo que significaba? Cupido estaba por tocar a mi puerta para darme la noticia de la temporada junto con unos chocolates de compensación: te confesaste, y no fue a mí.
