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     Ya te mencioné que yo era alguien sin grupo, esa chica aislada que se quedaba en un rincón con un cuaderno a escribir cuentos, canciones, historias, y, cuando debía, las tareas; en fin, muchas cosas.

Tú veías eso y no quiero pensar que fue lo que te juntó a mí, la soledad es un terreno peligroso que del que si se acostumbra no hay retorno y tu no pertenecías ahí, pero yo ya la consideraba como mi casa.

Fuera de lo común que la sociedad consideraba, de nuevo uso etiquetas como sola e inadaptada, no podía evitarlo, me sentía mal, aun no estimaba que estaba en mi lugar, los otros no me permitían un espacio para sentarme junto a ellos, era una invasora y no tenía puesto ahí.

¿Y tú? Tú a veces te quedabas conmigo, otra veces te marchabas y te ibas con tus amigos, eras muy solicitado, era lo normal, supongo, después de todo estar en un grupo no era lo mío, aunque tu dijeras que eso no era cierto ¿Sería verdad? Ojalá pudiera saber si lo decías por lastima por mi o iba en serio.

Pero déjame decirte una cosa: No importaba si invadía o no, en cuanto me invitabas a sentarme contigo y había otros, iba, sencillamente porque junto a ti es que quería estar. 

Recuerdos de un amor perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora