Sonrisa falsa

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El jefe de los policías era un hombre alto y bastante fornido, de entre unos cuarenta y unos cincuenta años de edad. Tenía el cabello entre gris y blanco, iba bien peinado y tenía unos ojos azules muy bonitos. Iba con un traje azul marino y una corbata del mismo color. A juzgar por su apariencia, debía ser un hombre con dinero y bastante elegante.

- Buenas noches señorita. Soy el jefe de la policía. Malmonte, Miguel Malmonte. Me han dicho que usted es la pareja actual de Héctor y que busca por él. ¿Me equivoco?

- En absoluto. Y estoy muy preocupada por mi novio, así que déjese de formalidades y dígame dónde está Héctor. Por favor.

Éste asintió.

- Siéntese. - le hice caso.

- Lo que le diré ahora le va a impactar, pero le ruego que no se ponga a chillar, que no pierda la paciencia y que no arme un escándalo. - ¿Pero quién se creía que era yo? ¿Una niñata histérica? - Bueno señorita, el caso es que no sabemos dónde está Héctor. Esta mañana ha salido a llevar a cabo una... "misión" que llevamos mucho tiempo planeando, pero algo ha salido mal y hemos perdido el contacto con él y con el resto de compañeros que lo acompañaban.

Me agarré fuerte a la silla para no caerme de ella. 

Muy lentamente, casi en un susurré dije:

- Entonces... ¿no saben dónde... está?

El jefe de policía puso una mano encima de la mía en un intento de calmarme.

- Oiga, tranquila, todo saldrá bien, ¿de acuerdo?  - miró a un policía que estaba al lado nuestro - Oye, Javier, tráele un baso de agua, un zumo o... no sé, algo dulce.

- En seguida.

- ¿Y... están aquí tan... tranquilos? - pregunté.

- Mire. ¿Ve a toda esta gente correteando de aquí para allá? - asentí - Todos y cada uno de los del cuerpo de policía ahora mismo están trabajando para encontrarlos. Los encontraremos. 

- ¿Pero dónde han hido a hacer la "misión"? - hice comillas con los dedos. 

- Verá, eso es información confidencial y no le puedo contar nada, lo siento.

- Quizá... quizá yo podría ayudar...

- No, tranquila, solo quédese aquí o váyase a casa, tómese esto - dijo agarrando el vaso de jugo de melocotón que le trajo el tal Javier - y váyase a dormir tranquila. Le aseguro que cuando se despierte mañana, su amado estará en su misma cama. 

Me dio el jugo.

- ¿Y si no aparecen?

- Los tenemos casi localizados, estoy casi seguro de que dentro de una hora como mucho podrá abrazarle de nuevo.

- Los casi, señor Malmonte. Los casi son los que no me dejan tranquila. 

El capo suspiró.

- Mire, haremos algo. Deme una hora y media. Si en una hora y media Héctor no ha regresado, puede volver y veremos si puede ayudarnos en algo. Pero ahora, haga el favor de volver a casa.

Me estaba echando. ¡El cabrón me estaba echando!

- ¿Me informaran de cualquier novedad?

- Lo haremos. -  me sonrió (claramente era una sonrisa falsa que decía: ¡Niña! ¡Vete ya!) y me acompañó a la puerta.

Me fui a casa sin estar convencida del todo y llamé a mis amigos.

- Chicos, siento llamaros tan tarde, pero... ¿podría cenar con vosotros?

- Claro. ¿Qué ocurre? - dijeron ambos a la vez.

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