El capo

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Me quedé helada. ¿Cómo podía saber todo eso si nisiquiera se había girado a mirarme? Intenté callar e intentar aguantar la tapadera, pero no sé por qué sabía que no iba a servir de nada.

- ¿Cómo... cómo sabes todo eso...?

Se levantó.

- Los pasos. Son irregulares, claramente inseguros. Y no era difícil de saber tu corta edad por la inexperiencia al llevar zapatos así y la forma en como le hablabas a Kevin - supuse que Kevin era el vigilante de la puerta -, no sé explicarte como, pero lo he sabido. Que no pintas nada aquí. Y que incluso tú misma te cuestionas por haber venido.

Se giró. Y no era lo que me esperaba ver. Cuando oigo hablar de un capo me imagino a un tipo gordo, drogaadicto, de unos 60 años y medio calvo.

Él era delgado pero fornido y musculoso, joven y no tenía ninguna pinta de tomar.

- Sé que te esperabas otra cosa, pero muchas leyendas urbanas son falsas. - se acercó hacia mí.

Mi cerebro me dio la orden inmediata de correr y salir de ahí, pero me quedé quieta.

Se acercó tanto que estabamos frente a frente. Movió el brazo y tuve miedo de que me intentara dañar o algo así, pero por lo contrario me acarició la mejilla.

- Eres hermosa. - me agarró suavemente de la barbilla - Y tienes una linda voz.

Entonces me besó. Puso sus labios encima de los míos antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, aunque, en realidad, no lo hizo rapido, y aun menos bruscamente. No... Sus movimientos eran perfectos, con suavidad.

Instintivamente cerré los ojos. Y aunque no me gusta admitirlo, me encantó. Disfrutaba de cada movimiento, de cada segundo que pasaban nuestras bocas unidas. No sé qué tipo de brujería era aquella, pero hizo que por un momento me olvidara de que él era un capo de la mafia, que estaba en el lugar que estaba y que iba vestida de puta. Incluso, por esos segundos, me olvidé de Héctor.

Antes de separarse me mordió levemente el labio inferior.

En dejar de notarlo abrí los ojos. Y el hechizo se rompió.

Nos quedamos en silencio.

- Eres una distracción, ¿verdad? - hizo una media sonrisa - Esos estúpidos se creen que pueden atraparme, pero no pueden. Por muchas chicas que me pongan delante yo no soy como esos gilipollas que hacen guardia. ¿Te han hecho daño?

- No... Pero... Uno de ellos...

- ¿Te ha tocado?

Asentí sin comprender por qué hablaba con él, por qué le contraba todo eso. Supongo que me inspiró confianza...

¡Oh, por dios Diana! ¡Es un traficante! ¡Tiene preso a Héctor! ¡Él es el malo de la película!

Gracias, consciencia.

- ¿Por qué los has apresado? - él alzo las cejas ante mi pregunta.

- ¿De quién hablas?

- De esos policías.

Cogió una copa y se sirvió una bebida que no capté qué era exactamente.

- ¿Quieres? - me ofreció

Yo me lo quedé mirando muy seria.

- Oh, ya entiendo... - tomó un trago de su bebida - Tu novio es alguno de ellos, ¿no es así? Por eso trabajas con la policía a pesar de ser tan pequeña.

- ¿C...?

- No digas nada. No preguntes como sé lo de la policía, solo lo sé.

- ¿Y no estás nervioso?

DETENIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora