Capítulo 2: "El Retorno de la Reina"

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La sala entera quedó en silencio por un minuto entero tras esa declaración. Los únicos presentes que no parecían en lo absoluto sorprendidos por el hecho de que ahora resultaba que Lilith era la legítima soberana de todos los demonios eran Satania y Belial. Entonces, la Sala del Trono comenzó a transformarse.

Los colores vivos y relucientes, de techo, paredes y suelo, se transformaron en colores oscuros que brillaban sin la ostentación de antes, sino más bien como si pretendieran generar miedo. Los candelabros fueron reemplazados por unas luces moradas que flotaban por todo el lugar y los tapices y cuadros, simplemente, desaparecieron. La única decoración que quedaba era el gran vitral trasero. El pilar donde antes solía estar el trono fue disuelto en una gran cantidad de fragmentos negros, los cuales volaron a gran velocidad para reubicarse justo detrás de Lilith, adquiriendo la forma de un trono negro que no debía ser en lo absoluto cómodo. Sin embargo, ella se sentó allí y cruzó una pierna por encima de la otra.

-Bienvenidos a mi infierno especial- anunció Lilith.

-Había... había oído rumores- balbuceaba Krampus- De que la dinastía seguía viva. Pero alguien como tu...

Entonces, el demonio de tez oscura y armadura azul dio un paso al frente. Estaba temblando y su rostro reflejaba una sorpresa sin precedentes. Lilith lo miró a los ojos y aflojó un poco su severa expresión.

-Capitán Forneus- lo llamó- Mi maestra me contó sobre usted. Sirvió con fidelidad a mi padre, el Rey Diablo Alastor. ¿Estaría dispuesto, incluso después de tanto tiempo, a mantener el juramente que una vez le hizo a mi familia?

El tal Froneus dio solo un par de pasos más antes de derrumbarse en el suelo, golpeándolo con el puño derecho, hincando la rodilla e inclinando la cabeza hasta que esta casi tocó la superficie.

-¡Señora mía y Reina mía!- exclamó.

Un poco más de la mitad de los soldados que habían entrado con Krampus hicieron exactamente el mismo juramento, ante la atónita mirada del Archidemonio del Orgullo y de aquellos que no se habían arrodillado.

-¿Qué significa esto?- preguntó Krampus con un enojo creciente.

-Significa que nuestra larga espera al fin ha valido la pena- respondió Forneus- Es hora de que los juramentos sean cumplidos y lo que una vez fue, vuelva a ser.

Los soldados que habían abandonado a Krampus, liderados por Forneus, caminaron hacia donde estaba Lilith, dieron media vuelta y encararon a sus antiguos compañeros. El capitán demonio, de la nada, empezó a quitarse su armadura, una pieza a la vez. Fue entonces que Change pudo notar el típico cabello negro de los demonios, mucho más largo de lo normal, y un sinfin de cicatrices y heridas que cubrían las partes del cuerpo de Forneus que no estaban guarecidas por la ropa.

-Sinceramente, podrías habérnoslo dicho, Belial- comentó Forneus- Mantener este secreto a todos tus hermanos y hermanas que han esperado esto por tantos milenios...

-¿Y arruinar la sorpresa?- preguntó ella- Por favor, Forneus, eso sería un pecado.

-Supongo que si- coincidió el.

Entonces, Forneus sacó desde un bolsillo un pequeño objeto negro con un centro brillante de color rojo. Lo apretó con fuerza antes de levantar el puño en alto.

-Que quede constancia y sentencia. Yo, Forneus, en virtud de mi derecho como capitán y bajo el manto de la Reina Diabla Lilith, proclamo como renacida... ¡A LA DIABÓLICA GUARDIA REAL!- exclamó.

Se llevó el objeto hasta el pecho, hacinándolo realizando un giro ligeramente hacia la derecha. Entonces, una armadura nueva comenzó a cubrir el cuerpo de Forneus. Era negra como la noche, con varias partes de un color rojo como la sangre. Tenía picos puntiagudos en hombreras, guardabrazos y piernas y el peto parecía abierto en el centro, desde la cuál emanaba una luz roja. El casco seguía el mismo patrón que el resto de la armadura solo que los huecos que deberían dejar espacio para los ojos, la nariz y la boca de Forneus estaban hechas de tal forma que parecían haber sido cortadas a mano para darle la apariencia de estar siempre sonriendo de forma macabra. Y, por si eso fuera poco, de los costados del casco salían unos cuernos que, más o menos por la mitad, se volvían de color de la sangre. Estos, a diferencia de los que tenía Lilith en ese momento, no parecían ser naturales sino más bien parte del casco y, además, se adelantaban un poco a la línea de la frente antes de tirar hacia arriba. Por último, Forneus hizo aparecer un gran tridente oscuro con las puntas rojas y pareciera que en el punto donde convergían los tres filos del tridente había incrustada una gema que brillaba con la apariencia de un ojo sangriento.

La Construcción de un ImperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora