Capítulo 8: "La Batalla de Almil Fighnio"

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-¡Apresurense, no pierdan el tiempo!- gritaba Vaela- ¡Muevanse más rápido! ¡Hagan copia de todos los archivos y destruyan lo que no nos podamos llevar!

La Academia se había vuelto un caos tan rápidamente que Vaela apenas se dió cuenta de ello antes de que intentara organizar un poco todo. Personas y robots iban y venían tan rápido como les era posible tratando de salvar todo lo que pudieran. Sabían que el ejército de los leales a Imperius se acercaba con rapidez a la Academia y debían preparar sus defensas al mismo tiempo que preservaban el conocimiento que allí se almacenaba.

En un momento, Vaela, cansada de gritar órdenes, se dirigió a una de las tres torres frontales del edificio, aquella que en el idioma angelical recibía el nombre de "Derti Ormulat" que traducido significa "Torre Dorada" debido al brillante color con el que estaban pintadas las paredes interiores. Era la torre que daba más al este y hacia allí se quedó mirando, esperando a que llegara la comitiva que había enviado hará cosa de una hora dirigida por Catiel.

Los había mandado por un paso de montaña que normalmente se usaba en los cursos deportivos pero que llegaba hasta el otro lado de la pequeña cordillera con forma de medialuna que rodeaba a la Academia por tres de los cuatro puntos cardinales y terminaba a las puertas de una ciudad llamada Himrentia, que significa "Luz Eterna". Vaela no tenía ni idea de si el gobernador de la ciudad estaría dispuesto a ayudar a su recién nacido rebelión pero si estaba completamente segura de que no podrían ocultarse allí por demasiado tiempo. Sin embargo, en ese momento, no tenían otra alternativa.

Pasaron unos minutos hasta que pudo distinguir las siluetas de la comitiva de doce personas que ya regresaban así que fue tan rápido como pudo hasta la entrada del edificio principal de la Academia para recibirlos.

-¡Catiel!- exclamó Vaela- Me alegra ver que has regresado sana y salva.

-No era tampoco un camino demasiado difícil, directora- repuso ella- La buena noticia es que es un paso seguro, el enemigo no lo tiene vigilado. Por si acaso recomendaría enviar a algunos soldados por adelantado para que informen en caso de que ocurra algo inesperado.

-Si esa es la buena noticia, ¿asumo que también hay una mala?- preguntó Vaela.

-No del todo- respondió Catiel- El gobernador de Himrentia nos ha permitido ocultarnos en la ciudad pero teme a Imperius y las posibles represalias que puedan caer sobre él y sobre la ciudad si se descubre que nos ha ayudado. Hay una forma de que podamos entrar en secreto, sin que las tropas leales al enemigo se enteren pero...

-Será un proceso muy lento- la interrumpió Vaela completando la frase.

-Eso me temo- confirmó Catiel- Con su permiso, comenzaré a organizar la evacuación y yo personalmente lideraré el primer grupo. Mientras los demás van llegando iré buscando algún sitio donde podamos establecer una base permanente. Ir de nómades no nos servirá para nada.

-De acuerdo, Catiel. Yo lideraré la defensa aquí y les daremos tanto tiempo como podamos- afirmó Vaela- Tu prioridad debe ser asegurar todos los archivos impresindibles y a todos aquellos que no estén dispuestos a luchar, comenzando con mujeres y niños.

-Sé muy bien lo que tengo que hacer- anunció ella- Por cierto, directora, ¿qué pasará si los grises no llegan en nuestra ayuda?

-Llegarán- respondió Vaela- Más tarde o más temprano lo harán. Si no es en este momento nos veremos obligados a abandonar la Academia. Por eso debemos evacuar y rescatar todo lo que podamos, destruyendo lo que quede para que no caiga en manos de Imperius. Hay mucho conocimiento aquí, información que sería muy útil para aquel que la consiguiera y que no se encuentra en ningún otro lado. Deben permanecer en nuestro poder.

La Construcción de un ImperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora