Capítulo 7: "Maravillas Olvidadas"

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Era como la octava vez que Change se veía obligado a tomar agua desde que comenzaron a explorar el Desierto del Sahara hace tan solo unas tres horas para buscar la entrada a la ciudad nephalem que se ocultaba en algún lugar por allí. Encima el camello en el que estaba montado no era precisamente cómodo y no hablemos del olor que desprendía. Miró para atrás para comprobar el estado en que se encontraban sus acompañantes.

Lilith no parecía estar tan afectada por el calor agobiante, quizás porque en el pasado había tenido que estar en lugares peores. Se mecía tranquilamente hacia delante y hacia atrás siguiendo el movimiento de su camello, mirando hacia los costados de vez en cuando aunque fuera inútil ya que lo único que podían ver era un aparentemente infinito océano de arena. Aiko mantenía su frente en alto y su mirada serena aunque cualquiera que la mirase se daría cuenta enseguida de que la situación la estaba afectando más de la cuenta. Change había intentado, sin éxito, que Aiko prescindiera de usar su armadura samurai debajo de su kimono advirtiéndole que eso podría provocarle más mal que bien en una travesía por el desierto. Aunque era casi seguro de que su orgullo le impediría admitirlo abiertamente, era evidente que Aiko se arrepentía de no haber seguido el consejo de Change. Basilio era, sin lugar a dudas, quien se encontraba en la peor condición de todos o, por lo menos, era quien lo dejaba ver más evidentemente. No pareciera que estaba conduciendo al camello sino que este solo seguía a los demás. Basilio estaba cabizbajo apenas sosteniendo la correa y los demás ya habían tenido que prestarle agua de sus propias reservas porque Basilio se había acabado las suyas demasiado rápido. Maum, por su parte, viajaba en el mismo cabello que Change y bajo su cobertura, de modo que la luz y el calor del sol no le llegaran tan fácilmente. Estaba tranquila, dentro de todo y a pesar de encontrarse en un lugar completamente desconocido.

Change regresó su vista al frente y soltó un suspiro seco. Cuando partieron de Tunez después de que los Guardianes locales les proveyeron de los camellos y de suministros esperaban no tardar demasiado en encontrar la entrada de la ciudad nephalem ya que la zona que les había marcado Krishta era relativamente pequeña. Pero encontrar algo en medio de ese desierto que no fuera arena y polvo era casi imposible, como encontrar una aguja en un pajar del tamaño de Inglaterra. Sincertamente, Change esperaba que los demás hubieran tenido más suerte.

-¿Ya... ya hemos llegado?- preguntó Basilio.

-Es la decimoctava vez que preguntas eso en la última media hora- respondió Lilith- Si vuelves a hacerlo una vez más voy a cerrarte la boca con arena.

-¿No hemos... pasado por esa duna antes?- preguntó Basilio ignorando la amenaza de Lilith.

-Todas las dunas se ven exactamente iguales, Basilio- respondió Aiko- Si lo único que ibas a hacer era quejarte de todo no se porque te ofreciste para venir con nosotros.

-Cuanto más hablen más se les secará la boca y más agua necesitarán- afirmó Change- A menos que tengan algo importante que decir, no hablen.

-Hay... algo. Adelante- anunció Maum- Oasis.

Todos miraron hacia donde la pequeña les estaba señalando y pudieron comprobar que no estaba mintiendo. A lo lejos podían divisar algunas palmeras elevándose en medio del desierto rodeadas por un campo verde no muy extenso y, en el medio, un pequeño lago de agua tan cristalina que parecía cristal.

-¿Un espejismo?- preguntó Lilith.

-No creo que Maum sea precisamente alguien que pueda ser engañada de esa forma con facilidad- respondió Aiko.

-Si fuera un espejismo lo sabría- afirmó ella- No lo es.

-¿Saben lo que eso significa? ¡Agua fresca y lugar de descanso!- exclamó Basilio- ¡Adelante, a todo galope!

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