III

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Aquella media hora se pasó volando, entre que se contaban las historias de la vida, aquellos romances perdidos, la música rock a tope y la obsesión con los unicornios de África. Se pararon en un piso grandísimo en mitad de la ciudad. Era muy alto, con tonos negros y rojos.

― ¡Ya hemos llegado chicas!

― Hogar, dulce nuevo hogar ¿eh? ―dijo África colocando una mano sobre su hombro, que Alba acepto poniéndole su mano encima.

― Es gigantesco ―decía aun ella sin creérselo.

― ¿Verdad? Pero a ver nena mira la casa por dentro no por fuera ―dijo María empujándola a entrar.

Entraron en la casa-puerta de aquel piso que parecía ser un rascacielos. Tenía una alfombra roja y dos ascensores. Nada de escaleras. Cogieron las tres maletas y se subieron. África se fue en uno y Alba y María en otro ya que no cabían con las maletas, que María empezaba a odiar más.

― ¡Buenas! Introduzca la tarjeta de miembro por favor ―decía una voz que asusto a Alba colocándose una mano en el pecho.

María saco una tarjeta plateada de su bolsillo y la poso en una especie de chip en uno de los lados del ascensor, que también era plateado.

― Mira que es pesada la Laura.

― Hola María, hola de nuevo. ¿Puedes repetir lo que has dicho? Mi sistema no lo ha entendido.

María presiono el piso 13. Ya entendía un poco como lo había conseguido.

― Emm... María ―dijo preocupada― Si hace falta tarjeta para subir comoo van a subir a la fiesta?

― Tú tranquila, Afri ya se va a encargar de eso. Tú solamente disfruta esta noche.

― Hemos encontrado un resultado... ―dijo de nuevo aquella voz, causando que María le pegase un golpe al botón del ascensor que decía "Apagar Laura".

― Me tiene hasta el coño ya ―dijo María cabreada― bueno, ahora ponte a deshacer las maletas en la habitación que te voy a decir mientras que yo y Afri hacemos la comida. Después nos pondremos a preparar la fiesta y el día de hoy ya estaría listo ―de repente se puso una mano en el pecho, como asustada y levanto la cabeza hacia Alba― joder, por fin soy responsable por primera vez.

Alba se acerco a María y le dio un abrazo mientras se reía de la situación. Aun no se creía que iba a ir a vivir con estas dos pencas en su casa.

El ascensor se abrió, Afri ya estaba abriendo la puerta. María empujo a Alba para que entrase, pero ella aun no daba crédito de aquella casa. Tenía luces de neón de color rojo con unas habitaciones de color negro que la dejo sin bragas.

― ¿Increíble?

― Magnifico ―dijo Alba casi sin sentido― ¿Y esto me cuesta a mi súper barato.

― Hay cosas muy guays por Madrid, la cosa es saber encontrarlas.

Nada más entrar había un salón que parecía una discoteca, ya que tenía varios sofás alrededor de una televisión gigantesca, una especie de barra conectada con la cocina a la derecha, al fondo habían varias habitaciones y entre ellas estaba el baño y el estudio de grabación. Había otro pasillo a la izquierda, donde estaban las dos habitaciones.

― Hay dos habitaciones ―dijo sorprendida al entrar al pasillo.

― Ya, es que yo duermo en esa habitación ―dijo señalando a la izquierda― con África, hay una litera súper cómoda.

Alba apoyo la mano sobre el pomo de la puerta y se giro, para ver a Afri y a María como si fuesen sus padres viendo como su hija abría un regalo de Navidad. Abrió la puerta y entro. Era una habitación gigante, con una cama de matrimonio, con una mesa de estudio, con una alfombra gigante, con armarios... todo lo que Alba deseaba ahí lo tenía todo.

― ¡Es increíble tía! Sois increíbles ―dijo saltando de la emoción abrazando a la vez a Afri y a María.

― De nada guapa ―dijo África abrazándola con más fuerza.

― ¿Qué os parece ―dijo María separándose del abrazo, aunque en el fono no quisiera― si ponemos música en el salón con ese pedazo de altavoz mientras que hacemos los planes?

― Me parece bien ―dijeron a la vez Alba y África, mientras que se abrazaron ellas dos riéndose por la coincidencia.

― Pues manos a la obra.

Alba tenía el corazón a tope, parecía que le iba a estallar de tanta emoción. Entro en la habitación y cogiendo las tres maletas tardo 30 minutos en colocar todo en su sitio. Coloco todas las ilustraciones en las paredes, muy arrinconadas en una parte de la pared, mientras que en otra parte de aquellas millones de paredes colocaba cuadros con su familia. Colocó sus cuadernos de ideas en la mesa y toda la ropa ordenada en aquellos tres armarios gigantescos, ordenadas por Ocasión, colores, tipo de ropa...

África y María apenas daban crédito a la rapidez de Alba colocando las cosas. Pero no querían interrumpirla, ya que había llamado a su madre para comunicarle que ya estaban allí. María y África miraban por la puerta de reojo, mientras que alba estaba sentada en aquella gran cama comodísima.

― Si mama, es increíble la casa es gigante

― Me alegro cariño, un día nos invitaras, ¿no?

― Claro, eso es algo obvio

― Bueno cariño me alegro, te dejo que hay que merendar, la Marina tiene un hambre voraz, me comerá seguramente si sigo hablando cariño.

― Vale ―dijo riéndose alba, entrándole un poco de nostalgia― bueno, hasta luego rafi, luego te envió un mensaje más tarde.

― Venga, hasta luego cariño

― Adioos ―dijo colgando.

Miró a la puerta, allí estaban ellas dos sonriendo y justo después abriendo un poco más la puerta enseñándoles unos macarrones que habían hecho, alegrándole un poco más a Alba.

Salieron de la habitación y se fueron a la cocina, y empezaron a comer. Alba, que en si comía despacio, fue la primera en acabar de comer. Acabar de comer a las 6 de la tarde.

― Bueno, venga ―dijo María con una palmada nada más terminar de comer― vamos a ponernos manos a la obra.

― Si capitana ―dijo África levantándose.

― A sus órdenes ―continuo Alba siguiéndole la broma.

― África, te encargaras de comprar todo el alcohol y jabón de todas las tiendas ―empezó a decir María con tono de capitana.

― ¿Jabón? ―pregunto Alba dudosa.

― Cariño, uno que otro se pasa de la raya ―dijo Afri dándole palmadas en la espalda y asintiendo.

― Yo me encargare de que todo el mundo se lo pase bien con las actividades y demás que vamos a haber, incluyendo también juegos picantes...

― Uuuuuuh ―decía Afri mirando a Alba con una cara extraña.

― ... y la música ―termino de decir María― y tú ―dijo apuntando a Alba― te encargaras de ordenar la casa para que este genial, es lo más soso lo sé ―justificándose― pero eres la que sabe de Artes, sabe como quedan las cosas bonitas.

― No problema ―dijo riéndose― mientras que pongáis música a tope me parece correcto

Y así fue como pasaron las cuatro horas. Alba colocando cada cosa en el sitio correcto, y salvando las cosas más visiblemente caras por si algún borracho las rompe. Afri venia y volvía cansadísima con bolsas y bolsas de cerveza, whisky, ron... y algún que otro jabón. Y Mari, bueno, ella se pasó más tiempo escribiendo en una pequeña pizarra las actividades al ritmo de la canción "Voy en un coche". Ya eran las 10, y África decidió ir bajando.

― ¿Preparada? ―dijo María.

― Eso creo ―corroboro dudosa.

Rebeldia | albaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora