XXIII

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Aún, a pesar de la hora que era, María, África y Alba seguían dormida. Ninguna de las tres había dormido esa noche de la presión. La primera fue África, que se despertó cuando se cayó de la cama. Dormían tan apretadas que no sabían cómo no se habían caído antes.

Fue un buen despertar para Alba y María, aunque no para África, aunque la alfombra que había en el suelo amortiguó bastante el golpe.

― No puede ser ―reía Alba nada más despertarse al escuchar un ruido, el de África quejándose.

― Quiero dormir ―dijo María tapándose con la almohada.

― No, ahora encima que me caigo de la cama no vais a dormir, venga a despertarse.

― ¿Qué hora es? ―preguntaba Alba.

― Las 14:24, nos hemos quedado sin desayuno.

― Y seguramente sin comida como sigamos durmiendo, en eso tienes razón ―decía dándole la razón a África.

Alba se acercó a María, que dormía a su izquierda, y la empezó a menear intentándola despertar. María finalmente optó por levantándose, aunque no sin antes darle con la almohada amigablemente, causando una pequeña guerra de almohadas en la habitación.

María cogió el teléfono mientras Alba y África pedían dos pizzas familiares, una vegetariana y otra con carne. Vio que había recibido un mensaje de Marta, que sonrió nada más verlo, aunque queriendo no decir nada de lo que había pasado el día anterior.

― María, ¿Alba puede quedar mañana con Natalia? Es que no ha cogido el móvil.

― Ahora le pregunto, one moment.

Se giró para ver donde estaba Alba, y acto seguido le preguntó.

― Albi

― Dime

― Me ha dicho Marta que si mañana quedas con Natalia

― Ostras, se me ha olvidado contestarle ―decía buscando su móvil, haciendo que María la siguiera con la mirada.

― ¿¡Entonces qué?! ―decía gritando para que Alba se enterara desde la otra punta de la casa.

― Dile que si

― Perfecto.

Encendió de nuevo el móvil y le escribió a Marta.

― Dice que si, ¿Dónde y a qué hora las juntamos?

― Mejor que no tengan hora de llegada al menos, ¿no? ―decía insertando una carita picara.

― En eso coincido contigo

― Pues que queden a las 5 en el Retiro, ¿No?

― Me parece correcto, ahora se lo digo.

― Igualmente.

Mientras tanto Natalia esperaba a Mikel en la estación, apoyada en la pared mientras miraba varias redes sociales, entre ellas Instagram.

Miró la cuenta de Alba, que tenia fotos tan increíbles que no sabía ni cómo se las había hecho. Muchas fotos que tenia Natalia en su cuenta se las había hecho Mikel mientras vivía en Pamplona, antes de mudarse. Mikel más bien era una de las personas más comprensibles que conocía, y estaba segura de que todo iba a ir bien.

― ¡Hola Nat! ―decía Mikel sorprendiendo a Natalia.

― ¡Holaa! ―decía algo incomoda.

Mikel se acerco a ella y agarrándola con una mano de la cadera le dio un beso, que disimuladamente Natalia terminó.

Rebeldia | albaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora