XXVII

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Iban andando tranquilamente por el parque, Joan llevando su guitarra metida en la funda de un color rojizo carmín, unos altavoces metidos en una mochila que llevaba y Alba, mientras tanto los dos micros.

El parque, a pesar de que siempre estuviese hasta las trancas de gente, no había tanta como hace unos minutos. Dejando que Joan y Alba pudiesen ir perfectamente andando sin tener que preocuparse por chocarse con la gente.

A Alba le encantaba engancharse del brazo de la gente, era como una costumbre suya, como si le viniese de familia. Joan se reía de Alba, que se la veía algo distraída con un árbol que nunca había visto en su vida.

― ¡Ualaa! ―comentaba mirando el árbol sin separarse de Joan― ¡No lo he visto en mi vida!

― Yo millones de veces ―reía Joan― es muy típico.

En esos momentos, Natalia que escuchaba la música a tope con Marta, que bailaba como una loca entonces, reconocía aquella voz.

Se levantó de un salto del banco, aunque no se dirigió a ningún lado. Marta frunció el ceño y se acercó a ella, como dudosa de ese sobresalto.

― Nat como sigas así algún día vas a tener un infarto

Rápidamente tapó la boca de Marta, haciendo un gesto con su dedo de que se callase un momento.

― ¡Joan mira! ¡Este también es distinto!

Natalia sonrió al reconocer por fin de quien y de donde provenía aquella voz. Sus ánimos volvieron a estar en la cima. Marta, que también la reconoció, se agarró corriendo a Natalia, que corría más rápido que ella.

Se paró en seco, aunque se quedo frunciendo el ceño. Vio a Alba agarrada del brazo de Joan, mientras señalaban árboles del parque tan felices y contentos. Era lo que se imaginaba haciendo con Alba, eso era cosa de relaciones, ¿no?.

Al menos todo iba normal, aunque Marta miraba a Natalia, visiblemente algo celosa que vigilaba sigilosamente detrás de unos arbustos a aquellos dos. Todo cambio cuando un grupo de corredores, que pasaba casualmente por la zona, empujo a Joan que se encontraban mirándose y riéndose de competir por quien encontraba el nombre de ese árbol antes que el otro.

El empujó ocasiono que Joan besase accidentalmente a Alba, juntando sus labios con los suyos. Marta miró la escena, aunque la cara de decepción de Natalia era más que visible.

― ¿Q-qué? ―tartamudeaba mientras daba pasos hacia atrás.

Marta no supo actuar cuando Natalia, tras dar unos pasos hacia atrás y poniendo sus manos a sus espaldas por si se chocaba, comenzó a correr hacia las afueras del parque.

― ¡Natalia! ―gritaba Marta persiguiéndola, pero Natalia se le había adelantado demasiado.

Alba y Joan se separaron a los segundos. Los dos, que eran de las personas que al estar en shock se quedaban paralizadas no pudieron reaccionar ante aquello. Joan y Alba se miraron horrorizados y temblaban intentándose pedir perdón mutuamente, siendo casi imposible.

― ¡Alba! ¡Lo siento de verdad!

―Ha-ha sido un accidente, n-no te preocupes ―decía apoyando su mano en el brazo, sin mirar a un punto fijo.

Natalia seguía corriendo, nadie la seguía, pero tampoco quería que nadie la siguiera en esos momentos. Corrió y corrió sin descanso, no podía imaginar que Joan hubiese besado a Alba estando en una relación con ella. Natalia confiaba en ella.

Corrió hasta su apartamento, y cerrando y abriendo las puertas de golpe, como si fuesen sacos de boxeo, entró al baño. Se echó agua en la cara, queriéndose quitar el rímel que llevaba, y que ahora estaba corrido incluso antes de echarse el agua. Alba le acababa de clavar una estaca en el corazón, su cabeza daba mil vueltas y no sabía que iba a hacer.

Rebeldia | albaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora