CAPÍTULO 12: "Cenando con don controlador"

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Lunes. El jefe llegó tarde y de mal humor. No había que ser un genio para darse cuenta de ello, su expresión de hielo lo decía todo. Estaba molesto, tanto que ni siquiera era capaz de contenerse, ladraba órdenes a su paso por su fugaz recorrido antes de llegar a su despacho.

  Como es usual al llegar al piso 16, su piso, le echó un vistazo a la secretaria, la tenía entre ceja y ceja, chequeó que su lugar de trabajo estuviese limpio y luego siguió hasta el escritorio de Danielle, en donde ella tecleaba concentrada. Pasó de largo, intentando no dejar caer su disgusto sobre ella, pero antes de entrar en su despacho ya estaba gritando...

-¡A mi oficina!

Acto seguido abrió la puerta con brusquedad, dio pasos furiosos, lanzó el maletín sobre el sofá al costado izquierdo de la oficina y terminó de acercarse a su escritorio mientras se desabotonaba la chaqueta del traje justo a tiempo para dejarse caer con fuerza sobre su lujosa silla. Pulsó una tecla de su teclado inalámbrico y la pantalla del computador cobró vida, dejando ante él, su agenda.

-Señor Allen

Danielle, se plantó frente al escritorio con su lápiz y libreta, lista para tomar notas..., y también algo nerviosa después de cómo se comportó con él, el sábado por la noche...

-Deshazte de todo lo de mi agenda –gruñó sin prestarle atención, mantuvo su mirada en la pantalla del computador.
-¿Reprogramo o cancelo? –susurró nerviosa.
-¿Sabes lo que significa deshacerte de algo? –espetó sin paciencia.
-Anotado, señor... ¿cancelo toda la semana o solo el día de hoy? –ignoró su sarcasmo y se concentró en su trabajo.
-Toda la maldita semana –dejó salir en un suspiro cansado.
-Enseguida –tomó nota

Frustrado, Nicholas, levantó la vista de la pantalla y la observó escribir en su libreta e intentó calmar su enfado, ella no tenía la culpa que las cosas no fueran como él deseaba, así que respiró profundamente y continuó hablándole.

-Quiero a mi abogado personal aquí en media hora. Cancela el almuerzo con mi hermana, no voy a estar para nadie.
-Sí señor –asintió escribiéndolo todo
-Ya estamos con esa mierda... ¿te burlas de mí? 
    Alzó la voz frustrado, su mañana no había ido para nada bien.

  Había vuelto a reunirse con los abogados de su abuelo y las noticias que recibió no eran buenas, eran "pésimas", lo que acabó por ponerlo de un humor de perros rabiosos.

-No tengo motivos para burlarme, señor –abrió los ojos sorprendida por la pregunta.
-Claro que tienes ¡todos creen tenerlos! -explota frustrado-. Si no fueran tan holgazanes no me tendrían diciéndoles cómo hacer su trabajo ¡todo el estúpido tiempo!

Estaba realmente furioso, su rostro hervía, como si en cualquier momento fuese a escupir fuego. Pero también se veía agotado, y es que a pesar de lucir perfecto con su rostro afeitado, su cabello bien peinado y ese traje hecho a medida ajustado en las partes correctas, sus ojos no mentían..., además sus ojeras eran bastante profundas.

-¿Necesita algo? -lo miró con preocupación-. Además de las instrucciones que ya me dio quiero decir

  Aclaró con voz amable. Sabía que actuaba así de malhumorado porque algo no salió como él lo quería, así que dispuesta a ayudar se plantó frente a él con decisión.

-Sí –asintió pensativo
-¿Qué cosa?
-Una cerveza –soltó intentando mantener el gesto serio ante el recuerdo del sábado por la noche.
-¿Una...?

  Dejó la frase en el aire, debía de estar tomándole el pelo, jamás le pediría una cerveza... ¿o sí? No era como esos tipos con un bien abastecido bar en el interior de la oficina.

Porque YO lo digoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora