Impredecible

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Me encanta, seguí, no quiero que pares — imploraba el castaño, que se encontraba debajo del rizado, completamente desnudo. Sus erecciones chocaban entre sí, y la fricción era totalmente excitante para los dos. El cuello del pequeño se encontraba marcado por unas cuantas mordidas que había dejado Gabriel, y sus uñas se clavaban con fuerza en la espalda, la cual seguramente quedará marcada. — ¿Queres que te garche? — preguntó descaradamente, el menor sólo asintió, buscando la boca del rizado — Quiero que me lo pidas, pedimelo pendejo — soltó con picardía — Quiero que me hagas tuyo Gallicchio — contestó con la voz cortada, debido a la excitación.

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Gallicchio se despertó agitado, bañado en transpiración, y con una erección bastante prominente que sólo era cubierta por las sábanas. Se sentó de golpe, cubriendose el rostro con las manos, sin podes creer lo que había soñado. La sola imagen de Renato debajo suyo, como Dios lo trajo al mundo, lo estremeció completamente. Y su miembro estaba ahí, clamando atención, pero no, no se iba a tocar pensando en el menor, no podía rebajarse a tan deplorable acto, o al menos eso pensaba, hasta que agarro su celular, viendo una solicitud de amistad: Renato Quattordio, la aceptó y comenzó a ver sus fotos, muy mala idea, porque luego de ver esos labios carnosos, imaginando que se envolvían en su parte más íntima, la única opción que le quedaba, era masturbarse.

(...)

Renato tenía miedo de ir a clase, y no porque alguien haya decidido tomarlo como punto para molestarlo, como solía ocurrir en escuelas anteriores, sino porque no sabía que debía hacer cuando vea a Gabriel, no sabía si debía saludarlo o ignorarlo, no sabía ni siquiera si el chico le dirigiría la palabra, y es que de Gallicchio se podía esperar cualquier cosa.

Caminaba junto a su amigo hacia el kiosko del colegio, cuando sintió un brazo rodeando sus hombros, se sorprendió cuando giró la cabeza y vio a Gabriel, el cual lo saludo con un sonoro beso en el cachete derecho — Hola Tatito — le dijo sin soltarlo. El castaño estaba aturdido, no lograba asimilar la situación, y mucho menos lograba que alguna palabra saliera de su boca — ¿Te comieron la lengua los ratones? — preguntó el rizado giñando un ojo — No, es que me parece raro que me trates así, adelante de todos — respondió con una sonrisa nerviosa. Gabriel observó que casi todas las miradas del establecimiento estaban sobre ellos, incluso la de algunos profesores — Supongo que es como te mereces ser tratado, nos vemos en clase — habló, para luego dejar una caricia en el cuello del pequeño, dejándolo con una sonrisa que parecía se le iba a partir el rostro de felicidad.

No cabía duda de que Gabriel Gallicchio era totalmente impredecible

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