Sin brújula

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Renato realmente hubiera deseado que las cosas fueran diferentes, deseaba tener una vida normal, la vida de un adolescente de dieciséis años, que su única preocupación era que ponerse para salir el fin de semana. Le hubiera gustado que sus peleas con Gabriel sean por celos y nada más que eso, peleas que se arreglarían con besos, pero no podía ser así, porque en su vida, todo lo que tenía un comienzo, tristemente, también estaba marcado por un final.

(...)

Renato se llevó a Gabriel hasta el parque que estaba a unas cuadras del colegio, ese parque que ya lo sentían su lugar. No hablaron durante todo el camino, un silencio incómodo  invadía la  situación - ¿Madre homofóbica? - preguntó con ironía el mayor, mordiendo su labio inferior, esperando una explicación de su novio, el cual se encontraba con la cabeza gacha - ¿Me vas a hablar aunque sea? - preguntó una vez más, buscando su mirada - No sé qué decirte - respondió sin conectar sus ojos - podrías empezar por la verdad - insistió Gabriel. Y Renato quería contarle, quería hacerlo, pero supuso que llevar a cabo esa acción, tendría muchas consecuencias, odiaba las despedidas, odiaba sentir que estaba dejando a alguien atrás, justamente por eso no hacía amistades, y muchos menos relaciones amorosas, porque él no estaba hecho para triunfar, no estaba hecho para tener una vida normal. Así que agarró su mochila, dando media vuelta, para irse, sin decir una sola palabra, dejando a un Gabriel atónito - ¿A dónde vas? Dame una explicación Renato - dijo corriendo tras él y tomándolo del brazo, haciendo que éste de la vuelta y queden frente a frente. - No te vas a ir, hasta que me digas que está pasando - insistió un poco más calmado. El castaño buscó una excusa, trataba de idear un plan para escapar de esa situación horrible, y sólo se le ocurrió una cosa, sería doloroso, pero al fin y al cabo, sólo se estaba adelantando unos meses
- Va a ser mejor que terminemos Gabi - soltó fríamente, dejando al mayor inmóvil, sin gesticular gesto, sin saber que responder - yo siento que ésto no da para más - mentía, mentía y lo mataba por dentro. - Si es por lo de tu mamá, no importa Tato, no importa, no me la presentes, pero no podés dejarme - decía Gabriel con lágrimas en sus ojos, y Renato quería llorar, pero no debía - No entendés - dijo agachando la cabeza - Haceme entender entonces - contestó el otro, tomando el rostro del pequeño en sus manos. El castaño moría de ganas de besarlo, de abrazarlo y de decirle que lo ama con toda su alma, y que por eso tenía que dejarlo ir, pero no podía, así que una vez más, mentiría
- ya no te amo Gabi, perdón - respondió girando sobre sí mismo, y dejando caer una lágrima, cuando su novio, ahora ex novio, ya no lo veía.

(...)

Gabriel observó con lágrimas, que más que lágrimas, parecían un río que no dejaba de fluir sobre su rostro, como el amor de su vida se alejaba de él, y sabía que éste día llegaría, sabía que él no era suficiente para una persona como Renato. Se sintió un idiota al creer que por fin alguien había llegado a su vida para hacerlo feliz, para quererlo tal y como era, pero se equivocó, y ahora se encontraba ahí, en ese parque donde tantas cosas habían compartido durante esos cuatro de meses, llorando y sin saber a dónde ir, o que hacer, porque sin Tato, se sentía perdido, como barco sin brújula.

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