Miedos

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Gabriel caminaba de un lado a otro, tanto que en cualquier momento haría un agujero en el suelo, y mordiéndose las uñas - ¿Me va a decir que tiene? - preguntó , que ya se encontraba un tanto irritado, debido que hace unos minutos, que para él habían sido horas, estaba con Renato encerrado en enfermería, mientras la doctora averiguaba que era lo que le pasaba. - Sí ¿Qué tengo? - preguntó el menor con un tanto de miedo en su voz - Mira Renato ¿Hace cuánto tenes estos episodios? ¿Y por qué te empezaron a ocurrir? - preguntó la mujer - Em, habré tenido unos cuatro hasta ahora, casi siempre pasa cuando estoy asustado, cuando estoy pasando vergüenza - contestó alzando las manos, en señal de no saber que más decir.

 Gabriel miraba la situación con preocupación, estaba impaciente por saber que es lo que le ocurría - Son ataques de pánico, y si bien son recientes, si no los tratas a tiempo, pueden empeorar. Yo te recomiendo que empieces a ir al psicólogo, para ir tratándote de a poco, porque si pasa a mayores hasta tendrías que medicarte -  dijo al fin, acariciando la rodilla del chico, buscando darle seguridad.

El rizado no entendía bien, a diferencia de Tato, que parecía habérselo tomado con bastante calma, como si ya supiera lo que le estaban explicando. Luego de unos minutos más, salieron de la enfermería, hacia el patio, el cual estaba repleto ya que era el recreo - Bueno, vamos a comprar algo para comer, y después a clase - dijo el menor caminando hacia el kiosko del colegio. - Ni se te ocurra - contestó Gabriel agarrando su mano, el pequeño se dio vuelta e inmediatamente se soltó del agarre de su amante  - ¿Qué haces? Nos van a ver, no me podes agarrar la mano - le contesto mirando hacia los costados buscando a alguien que los haya llegado a percibir. Gallicchio se acercó lentamente, esta vez tomándolo en sus brazos, iniciando un abrazo, que terminó con su cabeza apoyada en el pecho del castaño, era algo que estaba acostumbrado a hacer, debido a que a pesar de que era mayor de edad, era unos cuantos centímetros más bajos de estatura - Dios Tato. si te pasa algo... si te pasa algo yo me muero - murmuró sobre su cuello. Quattordio estaba sorprendido por la acción del rizado, así que lo único que hizo fue acariciar la espalda de este.

- No me va a pasar nada - respondió depositando un tierno beso en sus rizos. - ¿A vos te importa que nos vean juntos? - preguntó mirándolo a los ojos. Renato lo observó completamente extrañado - No Gabi, vos sos el que quiere ocultarlo - respondió arrugando la nariz.

En ese momento, en este justo momento, en que lo escuchó tan seguro de sus palabras, en ese momento donde vio como sus ojos le trasmitían tanto amor, en ese momento en el que por un segundo tuvo miedo a perderlo, en ese momento supo que lo quería, que lo quería demasiado como para ocultarlo, porque alguien tan precioso y delicado como Renato Quattordio no debía estar escondido en los sombras, alguien como el debía ser expuesto a la luz, al sol, aunque para Gabriel, la única luz que iluminaba tanto, el único sol que existía, era Renato, así que haciendo puntitas de pie, y tomando al chico por el cuello, unió sus miradas, las cuales decían mucho más que las mismísimas palabras, y lo besó, lo besó delante de toda la escuela, incluso delante de profesores y profesoras, porque ahora a Gallicchio lo único que le interesaba, su única prioridad, era ese pequeño castaño, de ojos color miel, que le hizo perder todos sus miedos.

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