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Manejo lo más rápido que puedo y que el tráfico me permite. Normalmente no voy tan tarde al gimnasio pero es que he perdido la noción del tiempo el día de hoy. Después de trabajar en la biblioteca hasta un poco más tarde de lo usual, a eso de las tres de la tarde, salí directamente a comer con Sara. Fuimos a las cercanas pizzas donde trabaja Connor y aunque no lo vi por ahí la pasamos estupendamente bien platicando, tanto que, estuvimos horas hablando y no me percaté. En el momento en que miré el reloj prácticamente desaparecí del establecimiento y me dirigí a casa a toda velocidad para cambiarme.

Ahora estoy aquí, atascada en el tráfico de las seis de la tarde, con cuarenta minutos de retraso. Sé que a Connor no le resultará molesto y, no creo que los chicos que entrenan ahí sean capaces de notar mi retraso siquiera, pero no estoy pensando en ellos. No soy de las que llega tarde, es bastante inusual en mí retrasarme, y tanto. Así que me pregunto si Harry lo notará. Me relajo porque sé que es de los que pasa la mayoría de sus tardes atrapado ahí, haciendo millones de ejercicios y golpeando millones de veces. Sé que aunque llegase dos horas tarde, aún lo encontraría ahí, haciendo saltos, atándose los cordones o quizás nada, pero estaría ahí.

Cuando por fin llego y logro estacionar el auto, justo enfrente de la entrada, me encuentro retrasada una hora entera pero dejo de preocuparme por ello.
Antes de abrir la gran y familiar puerta metálica, tomo una gran bocanada de aire. Saludo como siempre a la chica de recepción y me adentro en el gimnasio. A punto de abrir la puerta del área de boxeo, una voz me detiene.

-Hey Abby, por un momento creí que no vendrías.- Connor está detrás de mi con varios paquetes de botellas de agua cargados en brazos y me sonríe.

-Lamento llegar tan tarde.- digo con sinceridad.

-No te preocupes Abby, suele pasar.- dice sonriendo y veo su cara de sufrimiento al cargar los más o menos seis paquetes, así que rápidamente le abro la puerta para que entre, este me sonríe y asiente en agradecimiento.

Una vez dentro los deja en la mesa del fondo y regresa hasta mí a nuestra banca de siempre.

-Bueno, pues traeré los guantes y las cuerdas.- dice y se va al estante a buscarlas. Mientras tanto mi mirada recorre velozmente por todo el lugar, donde trato de encontrar a Harry pero me es imposible. El área cada vez está más llena, hoy más que nunca se encuentra repleta, pero por más chicos que haya estoy segura de que sería capaz de reconocerlo y, él no está aquí. Ya revisé cada rincón y ninguno de estos chicos sudados es el de cabello claro alborotado que busco. Incluso mi mirada atraviesa el gimnasio por las puertas de cristal pero me encuentro sin suerte cuando solo veo a un par de chicas y chicos en distintos aparatos.

De pronto ya tengo a Connor frente a mí entregándome una cuerda y me resigno con mi búsqueda. Supongo que no ha venido hoy.

Mientras me ejercito saltando, golpeando y corriendo, me encuentro volteando a la puerta de cristal cada que la escucho abrirse, con la esperanza de que sea él, terminando sin suerte cada vez.

-Ahora vamos a trabajar en los sacos, ¿de acuerdo?- me dice Connor con la respiración agotada y asiento con la cabeza. Hemos estado golpeando las colchonetas en las manos del otro por unos veinte minutos, y ha sido bastante agotador. Ambos bajamos del ring y nos dirigimos hasta la banca.- Ah... creo que no será posible.- se voltea hacia mí y dice haciéndome notar lo llenos que están todos los diferentes sacos.

-¿Es todo entonces?.- pregunto antes de darle un buen trago a mi botella de agua.

-Aguarda un segundo.- dice y se va directo a los sacos y lo pierdo entre tantos hombres.

Espero paciente en la banca deseando que no haya ningún saco libre. Hoy no me siento con tantas ganas de golpear o hacer cualquier cosa, ni siquiera tenía ganas de venir hoy, y la única razón que me hizo venir no está aquí. Así que ahora solo quiero irme.

BOX (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora