Chapter eleven: Stolen paradise

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Maldita la hora en que se fijaron en el otro.

Maldita la hora en que comenzaron a sentir algo más por el otro..

Maldita la hora y el día en que se conocieron.

Maldita la hora en que empezó.

Maldita la hora en que todo acabó.

"Bien, Benjamín. La cagaste. Pero zarpado". Ese pensamiento lo torturó ni bien se despertó y estuvo con él durante todo el día. Recordaba haber bebido una cantidad  considerable de alcohol. Tomó su teléfono, y cerrando los ojos ante el brillo de la pantalla, logró ver la notificación de un mensaje sin leer.

-Nuevo mensaje recibido: Carito. 06:14 am.-
~ Benja, no sé cuándo verás este mensaje.
Pero apenas lo veas, contéstame. Estabas muy
mal anoche. Espero no haberte despertado.

Leyó varias veces el mensaje. De la nada, le invadió un dolor en el pecho. Lágrimas se asomaban en sus ojos, una tristeza profunda se apoderó de cada célula de su cuerpo. Llevó el aparato a sus oídos, mientras se mordía el labio escuchando el tono.

- Por favor, Caro. Atiende..

- ¿Hola? -la voz al otro lado se oía soñolienta.

- Caro...

- ¿Benja? ¿Qué te pasa?

- ¿Puedes venir?

- Me cambio rápido y voy.

Click. Él cortó apenas ella dijo eso. Se sentó en el borde del sillón, con los codos clavados en las piernas y sus manos tapándole el rostro. Sus labios temblaban, sus pies golpeaban el suelo impacientemente, sus párpados palpitaban con ansiedad. Se levantó y sentó un millón de veces, iba de un lado a otro, impaciente, con miedo. Frotaba las manos contra su cara y nuca, como quisiendo calmar la inseguridad invandiéndolo por completo. Abrió la puerta del balcón, una ráfaga de viento lo despeinó y unas cuantas hojas se mezclaron en su cabello. Quedó inmóvil Cristo sabe cuánto tiempo, mudo, mirando a la nada, estático como una estatua de mármol. Segundos. Minutos. Horas. Siglos. Una eternidad, quizá. Si no fuese por el ruido proveniente de aufera, estaría en un absoluto silencio. Sepulcral, si pudiésemos llamarlo así. Pese al clima cálido, sintió frío, en cómo su ser se helaba poco a poco. Tiritando, cerró lentamente la abertura de vidrio, estaba en autómatico, e incluso todavía se quedó ahí, mirando a la nada misma. Suspiró, toda energía se esfumó en un instante. ¿Se dejaría caer? Posiblemente, se hallaba en un estado de catatonia. Los pensamientos no duraban más de un nanosegundo, ningún movimiento era posible gracias al cansansio mental. Inclusive el respirar le costaba, como si no pudiese largar más aire del que tragaba. El sonido del timbre lo trajo de nuevo a la realidad. Tocó el portero para permitir que pasase. Y ni bien escuchó sus pasos ante la puerta le abrió. Se abalanzó a sus brazos, y sus ojos largaron todas las lágrimas contenidas hasta el momento. Sollozando, lo llevó al sillón, él se escondió en el pecho de ella, sintiendo el tacto de su piel entre los mechones de moreno cabello. La chica se sorprendió al verlo así. Bueno, lo había visto triste en más de una ocación, pero esta era diferente; pudo sentir en carne propia el dolor de su amigo. Un abrazo sería consuelo temporal, lo sabía a la perfección, más sin embargo no tenía palabras para animarlo. Pensó miles de formas, y sabía que el ofrecer su hombro para llorar y su oídos eran suficientes. Por ahora. En la tela de sus jeans comenzaban a marcarse las gotas de Benjamín, quien se sentía confortado por la calidez de ella. Cuando se sintió listo, más que nada por no tener más lágrimas, se separó y la miró fijo a los ojos.

- Benja... -comenzó, secando sus mejillas, mirando con tristeza la rojez de sus ojos-. Pregunta estúpida pero, ¿estás bien? ¿Qué pasa?

- La cagué, Caro. Eso es lo que pasa.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora