Chapter fourty three: Serenade.

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Benjamín se fue a dormir odiándolo, tuvo que cenar con el plug puesto, y Dante le propinaba nalgadas a cada rato. Lo peor de todo era escucharlo reír burlezco cada vez que lo hacía. Diose un baño antes de meterse a la cama, removiendo el plug, gimiendo en el proceso. Cuando por fin lo tuvo en sus manos, lo observó detenidamente, no creyendo que algo asó podía darle tanto placer. Quería negar rotundamente haberlo disfrutado. Quería odiarlo, mas no pudo. Las sábanas le proporcionabn alivio, pronto percibió un aroma en particular: olían a Dante. ¿Era posible? Respiró hondo. Sí, era el aroma de Dante. Sonrió. El perfume lo sosegó, borrando  todo pensamiento en su mente.

Al día siguiente, bajó a preparar el desayuno. Mientras el café se calentaba, pensó que sería un lindo gesto preparle algo para llevar al trabajo; buscó en la heladera, un sandwich sería poco, por lo que preparó una picada con quesos, embutidos y aceitunas. Satisfecho, miró el reloj. Raro. Dante todavía no se había levantado. Subió las escaleras, yendo a Infierno, pero no lo vio ahí. Tocó la puerta de su estudio un par de veces, sin obtener respuesta.

- ¿Señor? -golpeó más fuerte.- ¿Está todo bien? Ya es algo tarde -tomó la perilla, haciéndola girar.- Permiso -abrió la puerta con lentitud. Apenas puso un pie en la habitación lo escuchó.

- ¡La puta madre! -exclamó-. ¿Qué hora es?

- Pasadas las ocho, Señor.

- La concha de la lora -rugió abriendo la puerta, encontrándose con Benjamín sólo en ropa interiror.

- Buenos días, Señor -susurró-, el desayuno está listo. Lo espero abajo.

- ¿Desayunaste?

- No, Señor, lo estaba esperando a usted.

- Ve a desayunar, Molina. Yo ya voy.

Asintió, regresando a la cocina. Dante insultaba cuanta palabra cupiera en su boca. Lavó su rostro, peinó rápidamente su cabello y se vistió. Todavía tenía tiempo, aunque no podría disfurtar el desayuno como realmente quería. Bajó corriendo las escaleras, claramente de muy mal humor.

- Buenos días, Molina.

- Buenos días, Señor -le depositó la taza de café recalentada.- Calenté un poco el café, Señor.

- Gracias -susurró mientras lo endulzaba. Notó nervioso a su compañero.- ¿Qué sucede?

Benjamún mordió sus labios.- Le preparé esto, Señor -dijo con sus mejillas teñidas de rojo.- Para que lo lleve al trabajo.

Dante vio el tupper frente a él, lo abrió lleno de curiosidad.- ¿Qué es ésto, pequeño?

- Le preparé algo para que coma, Señor. Espero no se moleste.

El gesto le hizo cambiar de humor. Se derritió por dentro.

- Gracias, pequeño -palmeó sus piernas, indicándole que lo quería en su regazo.- Gracias.

- No quiero ser grosero, Señor, pero ¿ no es algo tarde?

Dante miró el reloj en su muñeca.- Mi clase empieza a las once, todavía tengo tiempo, pero de todos modos tengo que irme. Me gustaría que me recibas desnudo hoy, pequeño. Quiero ver las marcas.

- Si mi Señor así lo desea, así será -dijo sonrojado.

La oración le hizo estremecerse. No lo dijo para provocarlo, aún así hizo estragos en su cuerpo. Lo acomodó para que quedase frente a él, aprentando su trasero y lamiendo su cuello. Se hizo paso entre la roa, amasó la piel con lujuria, notando el escalofrío recorrer su espalda.

-Mmmmhhh - susurró.- Aguien quedó sensible -obtuvo un jadeo pesado como respuesta-. Me gustaría quedarme, y darle a mi pequeño muchos besos por la sorpresa, pero debo irme. ¿Me esperarás?

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora