Chapter thirty nine: Monster

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Benjamín lo miró estupefacto, sin saber qué decir o cómo actuar. Tartamudeó palabras sin sentido, evitando el contacto visual. Aquellas palabras lo tomaron por sorpresa. ¿Para qué quería el teléfono de su cuñada? Mil pensamientos recorrieron su mente, uno peor que el otro. Con una expresión entre miedo y sorpresa, se lo preguntó.

- ¿Para qué lo querés?

- Quiero hablar con ella, a solas.

- ¿Pero por qué?

- Porque quiero hablar con ella.

- ¿No estarás pensando en enfrentarte a ella, verdad?

- No. Sólamente eso,

- ¿Seguro?

- Seguro.

- No sé...

- Molina, sólo quiero reunirme con ella, es todo.

- Eso lo sé Es sólo que...

 - ¿Realmente pensás que me voy a ver con ella sólo para provocar una pelea?

- Vos no. Ella.

- ¿Y no se te ocurrió pensar que puedo defenderme?

- No quiero que la veas, Dante.

- Escuchá, Molina. Es ridículo. Sólo queiro hablar con ella para solucionar todo esto.

- No te creo un carajo.

- ¿En serio? -preguntó con enojo.- ¿Es en serio, Molina? ¿Te estás escuchando? ¡Lo que quiero es arreglarlo! -se pone de pie-. No voy a soportar tu mal humor por una pelotudez.

- Dante...

- No, Molina. ¿Sabés qué? Mejor no hago un carajo.

- Es que la conozco. Creo que es capaz de provocar...

- ¡Puedo defenderme! -exclama-. Por Dios, tengo 29 años, todo esto me parece ridículo. ¿Acaso no puedo enfrentar un problema para resolverlo?

- No es eso.

- ¿Entonces qué es, Molina? Pensé en juntarme con ella para conocerla, entenderla, ponerle un fin a todo esto. Poder saber si puedo llevarme bien con ella o no. Más que por mí, es por vos, Molina, por vos lo estoy haciendo. Porque me hace mierda verte así. Porque ya lo viví y no quiero repetirlo a través de vos. No me gusta la idea de que salgas lastimado, y más si es por mi culpa. Pero ahora ya no quiero hacerlo. Ya no.

 - Dante...

- Me metí en algo que no me pertenecía. Inteno resolver algo que claramente no es mío. Pensá lo que quieras, pero yo ya no me voy a meter. Ya no voy a gastar tiempo en algo como esto. La verdad no tengo ganas. Si las cosas salen bien, perfecto. Y si no también. Yo no tengo problemas en no relacionarme con gente así. No lo hago desde años, Molina, años. Y no queir volver a pasar por esto.

Se dio media vuelta y se fue. Sí, sabía que no le iba a gustar la idea. Pero realmente quería solucionar las cosas. Podía defenderse, podía defenderlo. Sí, quizá se había metido en algo que no debía. Sí, quizá había exagerado. ¿Lo había hecho? Posiblemente. Quería estar solo, bajó las escaleras, rogando no ser seguido. Se encerró en el baño, por lo menos hastas que el descanso terminara. No quería ver a nadie. A absolutamente nadie.  Ni siquiera se soportaba a sí mismo. Lavó su rostro varias veces, con la esperanza de que el agua se llevara todo su malestar. Miró la hora, todavía faltaban unos pocos minutos, pero decidió regresar a su oficina. El calendario en el escritorio le avisaba que dentro de poco la licencia terminaría, regresando así al puesto de ventas. Eso no le molestaba, al contrario. Lo tomó entre sus manos, viendo los días, casi dejándolo caer al ver la fecha. Abrió la boca, sin pronunciar palabra alguna. Sacó su teléfono, buscando el calendario. Efectivamente, ambas fechas coincidían. Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Se llevó las manos al rostro, pasándolas por su cabello antes de largar un eterno suspiro. Estaba totalmente convencido de que todavía faltaba, al menos una semana. Pero no. ¿Cómo había olvidado algo así? Genial. Otra cosa generándole estrés. Haciendo cálculos, llegaría justo a tiempo. Y, con algo de suerte, podría obtener un permiso para salir antes del trabajo, permitiéndose ganar uno poco más de tiempo. Eso significaba muchísimo para él. Era algo nuevo. Algo que esperó por años. Y por fin llegaría. Rió nervioso, agradecieno el estar solo. Ese día sólo estarían tres en la oficina, contándolo. Sus compañeras regresarían un par de minutos después del descanso, así que tendría algo de tiempo para descubrir cómo relajarse. Respiró profundo varias veces, con los ojos cerrados, tirando su cuerpo hacia atrás en la silla, con los brazos en alto. El sonido de unos tacones acercándose lo alertó. Se acomodó, clavó su mirada en el monitor, fingiendo hacer tareas cuando en realidad no podía dejar de pensar en eso.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora