Noviembre.
Se había cumplido un mes desde que Dante desapareció sin dejar rastro.
Continuaba mirando el escritorio vacío cada día.
Cada día perdía un poco la cordura.
Se estaba dejando estar.
Y eso no era para nada bueno.
La ansiedad producida por la falta de su compañero había logrado que aumentara la dosis diaria de nicotina en su cuerpo. Pero ya no le importaba, era una droga más fuerte que él en este momento.
Cigarrillos y alcohol. Mucho alcohol. Ponía de excusa el buen clima para tomar unas cuantas cervezas, o fernet. Incluso en un estante contaba con varias botellas de esta amarga bebida. Las miraba siempre al volver del trabajo, ese vidrio de tonalidad verde reflejando cada uno de sus movimientos.
Había dejado el gimnasio, ya no encontraba motivos para ir. Se sentaba en el balcon se consumir cigarro tras cigarro, acompañando generalmente con una botella de cerveza. Miraba hacia los edificios colindantes, sus respectivos balcones y la luz del Sol que pasaba por arriba de las terrazas. Mordiendo el labio inferior, dio otra calada, largando el humo con leve gusto a una. Estaba comenzando a asquearse. Quería algo más... relajante. Le dieron ganas de fumar marihuana.
Se levantó rápido, buscó el pequeño frasco escondido tras la pila de ropa en su armario, y sacó una flor. La miró con detenimiento, sus fosas nasales se inundaron con el fuerte aroma de ésta, y procedió a colocar un poco en el picador y armarse uno. La primera pitada le proporcionó algo de relajación. Estiró las piernas, largando el humo de la tercera pitada. Su cuerpo se relajaba poco a poco, haciéndolo sentir adormilado. Fue hacia su cama, se tiró ni bien entró en la habitación, se acomodó y dejó que los efectos del canabis aparecieran. Unos diez minutos más tarde, estaba profundamente dormido. Sus sueños no eran otra cosa que una lámina negra, sin sonido, sin nada.
Despertose alrededor de unas dos horas, asustado pensando que había dormido más de cuatro o cinco. Al ver el reloj, vio que faltaba poco para la hora de la cena, por lo que decidió levantarse, estirando todo su cuerpo, relajado y sin un pensamiento atravesando por su mente. Se sentía tranquilo. Y eso era lo que más necesitaba; un poco de liberación.
Esa noche descansó como nunca después de tanto tiempo. La cama era tan cómoda que parecía algodón. Las sábanas tan suaves como un ligero roce y la almohada mullida le proporcionaba comodidad.
Más sin embargo, todo bienestar se esfumó cuando su mente, tan apropiada, decidió recordarle que Dante no iría a trabajar. Que tendría que ver su escritorio vacío. Otra vez. ¿Por qué carajos tenía que sentirse tan para la mierda? La taza de café más las tostadas llenaron su estómago, y el camino a la oficina no fue tan eterno como otras veces.
Atravesó la puerta. Un lugar desocupado a su lado.
Agonía.
~Dante. Hace un mes que no sé nada de tí.
Por lo menos hazme saber si estás vivo.
-Mensaje enviado. 11:40 a.m-Martes.
Miércoles.
Jueves.
Sábado.
~Dante. Por favor. Contesta mis mensajes.
Estoy preocupado.
-Mensaje enviado. 09:58 a.m-Domingo.
Lunes.
Martes.
Miércoles.
- Caro, ¿puedo hablar con vos?
- Sí, dame un segundo que agarro la cigarrera y vamos.
- Ok. Voy a la terraza, te espero ahí.
Estaba a tan sólo dos escalones de ver el cielo algo nublado. Le haría bien ver algo más que concreto y paredes, y escuchar algo más que teléfonos sonando y faxes tragando hojas a cada hora. Dispuso al lado de la barandilla una mesa con dos sillas, colocó en el centro el cenicero y espero a su amiga.
- Hola -dijo él con cierta dejadez en su voz.
- ¿Qué te pasa, Benja? Hace días que estás así.
- No sé. Me siento raro. No tengo palabras para describirlo.
- Estás así por Dante, ¿no?
No hubo respuesta, mas el silencio lo dijo todo. Su mirada estaba perdida, ya casi no podía disimular el amargor consumiéndolo por completo. La miró sabiendo que esperaba una respuesta, la cual le torturaba y no deseaba admitir. Ella le dirigía un gesto inquisitivo, esperando. No tenía el coraje para soportarse a sí mismo escucharse decir lo que su mente tanto anhelaba sacar. Hasta que no soportó la mirada de su compañera.
- Sí -comenzó-. Es por él -pausó un segundo sus pensamientos antes de lanzar la bomba-. Lo extraño. Extraño venir con él al trabajo. Extraño sentirlo cerca. Extraño verlo en el gimnasio. Me hace mierda ver su lugar vacío todos los días, ansioso de verlo cruzar la puerta con ese porte y esa sonrisa tan deleitante hasta el punto de derretirme por dentro. Ansío cada mañana ver un mensaje de él, he soñado con él, cosas que jamás pensé soñar...
- Benja -lo interrumpió, sorprendida antes las palabras salidas de sus labios- ¿te estás escuchando?
- ¿Por?
- Benjamín Molina. Estás admitiendo que extrañas a Dante. Sólo escucha bien tus palabras y te darás cuenta de que lo que realmente tratas de decir.
- No te entiendo, Caro. Sí, admito extrañarlo, pero no sé por qué no me siento mejor al largar todo esto.
- Eso es por que extrañas algo más que su presencia. Esta noche consúltalo con la almohada. Piensa bien en lo que me acabas de decir. Y ahí encontrarás las razón.
Se levantó sin dejarle contestar.
Pasmado.
Duro como estatua.
Se preguntaba qué habrá querido decir Carolina con eso. Además el admitir que lo extrañana no lo hacía sentir del todo aliviado, como si le faltara algo más.
14:30 pm. Salió del edificio, se dirigió a su parada de transporte y esperó su llegada.
15:15 pm. Entró en su departamento, aún estupefacto.
22:40 pm. Salió al balcón a disfrutar del cielo despejado. Recordó su juego de niño e intentó buscar sus constelaciones. Sólo encontró dos, sonriendo así ante la imagen dibujada en su mente de él siendo cargado por su padre esa noche de verano en donde quedó fascinado por el manto negro, la Luna llena resplandenciendo en el punto más alto siendo acompañanda por las estrellas titilantes. Prendió un cigarrillo, el cual a la segunda pitada lo entabacó, apagándolo em el cenicero colindate a él.
Vovlió a entrar, mirando cómo Anakin se relamía las garras en el sillón. Sonrió.
La cama le ofreció comodidad inmediata ni bien se metió en ella. Las sábanas lo abrazaban con delicadeza. Y, por un momento, antes de dormirse, juró haber sentido el brazo de Dante rodando su cintura, el calor de él recorriendo su espalda, su perfume.
Susurró su nombre. Su corazón latió con fuerza. Volvió a sonreír.
ESTÁS LEYENDO
Entre Cadenas
Romance- La respuesta correcta es "Sí, señor" Cadenas. Fustas. Placer. Desobedencia. Dominación. Tenían todo eso en común, aunque no lo supiesen, aunque lo negasen. NOTA: historia 100% de mi autoría. Si quieres adaptarla, por favor contáctame antes. Esper...