Benjamín se quedó bastante pensativo y ansioso ante la propuesta de su compañero. Le hacía dudar acerca de sus intenciones, por así decirlo; la gran mayoría del tiempo sentía cierta amargura y bronca hacia él, pero a la vez le agradaba su compañía. Debía admitir que, por momentos, la mirada fría y penetrante de Dante le sugería salir corriendo, también de quedarse a su lado para descubrir los secretos que éste escondía. Por que esa era la idea que el menor tenía; aquel muchacho de melena rubia, excelente porte y serio escondía secretos. Y él quería descubrirlos a toda costa, aunque en el intento se sintiera acorralado, nervioso o no se animase a acercase por... la agresividad que enamaban sus poros. No era sólo él que le dedicaba disimuladas miradas curiosas, las mujeres (y algunos hombres, para qué mentir) se lo comían con ojos llenos de lujuria. Acción que a Molina le molestó al princio, luego no le dio importancia, ya se había acostumbrado, o eso creía él, a lo anterior dicho. Aún así se preguntaba qué es lo que tanto atraía de Dante Leone. Hasta su nombre emitía un halo de grandeza, incluso sonaba algo agresivo, y más cuando te miraba fijo a los ojos, serio, sin pronunciar palabra. Eran esos instantes en el que sentías que hasta la persona más fría del universo se rendía y se acorralaba ante tal presencia.
El hecho que a la mañana siguiente él lo recogería para ir a trabajar lo ennerviosaba, de tan sólo pensar de estar a escasos centímetros de él, sólamente separados por la palanca de cambios de aquel auto, provocaba una serie de escalofríos recorriendo su espalda, erizando los pelos de su nuca. Sacudió la cabeza con el fin de dejar de pensar en aquel momento, cosa casi imposible de no ser por el silbido de la pava avisando que el agua estaba a punto de hervir. Sirvió el agua en una taza negra, colocó un saquito de té y esperó unos minutos hasta que éste estuvo listo y beberlo en el sillón, tapado con una gran manta azul oscuro y con las aventuras de la USS Entreprise proyectándose en el televisor. Dirigió la vista a la ventana del balcón, observando cómo las hojas se mecían con el viento, maldijo el mal clima, maldijo el frío con toda su alma, lo único que las bajas temperaturas hacían en él era crecer las ganas de no levantarse hasta que los primeros días de la primavera trajesen con ella algo de calor.
Morfeo decidió soltarlo lentamente justo antes que el despertador sonara, haciendo que él abriera los ojos paulatinamente. Golpeó el aparato ni bien comenzó a lanzar sonidos, se dio media vuelta y clavó los ojos en el techo, más precisamente en las aspas del ventilador. Bufó antes de levantarse, fue al baño, se mojó la cara con agua fría con el fin de despertarse del todo, pero ésta sólo le provocó un escalofrío. Procuró vestirse rápidamente, para entrar en calor lo antes posible, y beber una reconfortante taza de café. El primer sorbo trajo de nuevo a Benjamín a la Tierra, suspiró dibujando una sonrisa en su rostro, como dándole a entender a aquella bebida humeante que era lo mejor que le había pasado. Finalizó de tomar su desayuno, se fijó en el pronóstico del tiempo para saber qué abrigo se llevaría hoy; a pesar que éste marcaba unos 17º a la hora de salida, decidió llevarse, además de la bufanda, un tapado más abrigado, ya que a pesar que los rayos del astro rey eran cálidos, el viento era totalmente gélido, lo sufieciente para que su nariz se torne roja en segundos. Se encontraba colocándose perfume, revisando que no le faltara nada en su maletín, tomó la tarjeta del transporte guardándola en el bolsillo del pantalón, y cuando estaba por cerrar la puerta, el teléfono vibró, propinándole un buen susto: lo sacó sin antes hechar unas cuantas maldiciones al aire. El nombre que vio en la pantalla hizo que casi lo tirara al suelo.
- Nuevo mensaje recibido: Dante Leone. 7:02 am-
~"Estoy llegando. Espérame en la puerta,
pero no salgas hasta que esté ahí."Quedó perplejo ante las palabras de él. Por un momento, se había olvidado del trato realizado ayer. Cerró la puerta, ya en el ascensor marcó planta baja y en todo el recorrido iba dándose suaves golpes en la frente con la palma de la mano, llamándose idiota centeranes de veces. El hábito de apretar el puño cuando los nervios lo dominaban se hacía presente a casa piso que bajaba. El sonido de la caja metálica avisando la llegada a destino provocó en él un sentimiento más que nervios, orgullo. No iba a mostrarse, ni tan sólo un poco, que odiaba tener que ser el compañero de auto, la persona que estaba sentada al lado de él, separdos por sólo centrímetros. A la vez, sentía gratitud por no tener que pasar frío esperando el transporte, soportar el tumulto de gente que iba con él, viendo cómo los vidrios se empañaban un poco para luego, al bajar, el frío le atraviese el cuerpo sin piedad. Se quedó en la puerta, esperando que el maldito infierno apareza en cualquier momento, los segundos eran eternos, y cuando estaba por mandarle un mensaje, vio llegar el flamante auto negro de Dante, éste tenía sus manos en el volante, moviendo la cabeza al ritmo de la música que emitía la radio. Benjamín salió, su compañero destrabó la puerta para que éste último pueda entrar, se saludaron con un buenos días algo forzado por parte del menor, ya que lo que menos quería en ese momento era estar ahí con él. El joven no podía disimular sus nervios, hasta que el mayor interrumpió ese silencio sepulcral.
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Entre Cadenas
Romance- La respuesta correcta es "Sí, señor" Cadenas. Fustas. Placer. Desobedencia. Dominación. Tenían todo eso en común, aunque no lo supiesen, aunque lo negasen. NOTA: historia 100% de mi autoría. Si quieres adaptarla, por favor contáctame antes. Esper...