Chapter thirteen: Far away

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La alarma lo arrastraba a la realidad religiosamente todas las mañanas.

La apagaba estirando su brazo, con los ojos clavados al techo, sin expresión alguna.

El café ya no le sabía igual.

El recorrido al trabajo era eterno. Mas no negaba el desear con su alma llegar y encontrarlo.

Y el corazón le dolía al no hacerlo.

Tristeza.

Sus ojos empezaban a perder el brillo que tanto tenían, especialmente cuando Dante se acercaba.

Su sonrisa ya era forzada.

Ya no sabía qué hacer, más que esperar.

La lluvia de ese día no mejoraba su ánimo. Esperar el transporte bajo un paraguas, las gotas salpicándole las prendas de ropa y el alma, la música a la cual ya no oía.

Por momentos lo único sosegante para él era el sonido del agua chocar contras los tejados y las ventanas. Además de esa ya no tan diminuta bola de pelos recibiéndolo todos los días con la cola en alto, un maullido, una caricia y un ronroneo. Quizá era el único momento en el que su sonrisa era sincera y no una fachada para disimular la creciente y eterna soledad atacándolo sin piedad.

Sábado.

Suspirando, terminó de esparcir algo de perfume sobre su cuello. Iría con Sofía a tomar unas cervezas a un bar cercano, con la excusa de una noche perfecta. Pero él sabía la verdadera razón: podía volver temprano, para desahogar todas las lágrimas que amenazaban con salir.

La vio salir del edificio con un simple pero elegante mono negro a medio muslo, le miró directo a los ojos y tomó sus manos.

- Te ves hermosa -dijo depositando un suave beso en sus labios.

- Gracias, Benja.

Caminando, se preguntaba por qué el roce de sus pieles no tenía la misma intensidad como la que compartía con Dante...

Dante.

Otra vez le taladró la mente. Sacudió la cabeza esperanzado de olvidarse de él, más no pudo, hasta que una voz lo sacó del trance.

- ¿Benja? -dijo ella, interrumpiendo sus pensamientos-. ¿Te encuentras bien?

- Sí, sí. Es sólo que... -tenía que buscar una excusa rápido-. Esta semana fue bastante dura en el trabajo. Te pido disculpas.

- No lo hagas, tonto. Ya casi llegamos, ¿vamos a la terraza?

Su mente decidió recordar la discusión de la fiesta. Pero la puta madre. ¿En serio? Le sonrió algo falso, abrió la puerta permitiéndole pasar primero y subieron los escalones de madera hasta llegar a la pequeña terrazilla. Pronto trajeron las bebidas previamente encargadas, además de un cenicero.

Se estaba odiando al saber que en una cita con ella, estaba pensando en alguien más. Se disculpó un momento, se retiró al baño para mojarse un poco la cara, pero el maldito espejo sólo le devolvía la imagen de Dante. ¿Y ahora qué haría? No podía irse así sin más, aparte acababan de llegar. Golpando sus mejillas, vuelve a encontrarse con ella, quien lo esperaba recostada sobre la silla mirando cómo se mecían las hojas de las plantas cercanas, mientras sonstenía el vaso con una mano. La imagen le dio ternura y paz.

Por unas cuantas horas, logró olvidarse del muchacho de larga melena rubia, y disfrutó de la compañía de ella, que le acariciaba las manos de una forma tal que lo embobaba. Se retiraron del lugar tomados de la mano, deleitándose con la fresca brisa primaveral.

La acompañó a casa, se despidieron con beso algo tímido y él partió a casa. Ni bien dejó una cuadra atrás, las ganas de llorar lo invadieron de nuevo. Apresuró el paso, aguantando lo más que pudo las lágrimas.

En el ascensor no las pudo contener más, y silenciosas comenzaron a salir. Entró en casa tan rápido como le fue posible, y apenas cerró la puerta se dejó caer.

Dejó que todo saliera.

Lloró hasta quedarse sin nada.

Tenía mil preguntas rondando en la mente.

Y las principales, las que más dolor le causaban, eran:

¿Por qué lo extrañaba tanto?

¿Por qué necesitaba verlo?

¿Por qué se sentía diferente con él?






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