Chapter nineteen: Address me properly

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¿Cómo reaccionar ante tal confesión?

Pensaba que estaba totalmente loco al decir eso. Claro, se estaría metiendo de lleno en algo que no conoce, que no tiene ni idea de lo que representa. Aún así, su deseo fue ir más allá. ¿Qué haría ahora? Por más que el deseo carnal fuese tan grande, no podía hacerle algo así. Ésta vez sí lo asustaría. Lo miró como esperando que le dijese que era una broma. Pero sólo obtuvo otra mirada, llena de curiosidad. Ahí estaba, con esos labios tentadores, ese cuerpo escultural y provocándolo hasta más no poder. Le tomó del cuello, depositándole un cálido beso.

- Molina, ¿realmente estás seguro?

- Mucho.

- Mira, vete a casa y piénsalo bien. Ésto no es un juego, algo para tomarlo a la ligera - su voz temblaba, intentando convencer al otro de pensarlo mejor-.

- Pero Dante...

- Nada de peros, Molina. Vete a casa y piénsalo. Hay muchas cosas que tienes que aprender, cosas con las que tengo que guiarte, además de hablar bien de esto. Te lo repito, no es un juego. Estoy seguro que tienes una idea totalmente errónea. Y no quiero ser la persona que te inflige dolor sólo por que piensas que así debe ser. No es así.

- Está bien, lo pensaré. ¿Te veré pronto?

- Seguro.

Le acompañó hasta la puerta principal. Se miraron por eternos segundos. Un beso lento en la comisura de los labios de Dante fue la despedida. No cabía en sí. Todavía no creía que, después de tanto tiempo, le volvió a ver. Una vez fuera, se detuvo a mirar en detalle su casa. Desde fuera se veía como una casa más, con sus paredes de tonalidades grisáceas, las rejas negras, unas cuantas plantas y un creciente árbol de ciruelo adornaban el jardín delantero. No era la gran cosa el escaparate, pero por dentro, era enorme. No lucía como una casa con tres habitaciones más la cocina, el comedor, la sala, el patio trasero y el garage. Se preguntó, burlesco, si no era más que una fachada, una ilusión óptica. Riendo retomó sus pasos hacia su departamento, que, al compararlo, no era ni la mitad de aquella casa. Entrando, Anakin fue directo a saludarlo con su característico maullido mezclado con ronroneo. Mirando el reloj de la sala, no se percató de la hora. Eran alrededor de la una de la madrugada. Era temprano, sí. Iba a ser un sábado a la noche bastante aburrido. Colocó más comida y agua en los cuencos de su pequeña mascota, le dedicó todo el tiempo a jugar con él hasta que se cansó y fue a acurrucarse en el sillón.

No tenía ganas de cocinar. Tenía ganas de otra cosa. Pidió una pizza con pimientos, y mientras esperaba, encendió el televisor y se dispuso a ver Star Trek. Unos cuarenta minutos más tarde, el muchacho repartidor tocaba su timbre; pausó el capítulo, bajó a pagar la comida y regresó. A decir verdad, su plan del maratón de Star Trek cambió totalmente al recordar lo sucedido hace nada. Dejó la porción a medio terminar sobre el plato, apagó el televisor y fue en busca de la notebook. Tecleó la contraseña, y el fondo de pantalla le iluminó el rostro. Respiró hondo, abrió una pestaña de incógnito en Mozilla Firefox, tecleando, nervioso, BDSM prácticas. Entró en el primer link, leyendo la información que internet le ofrecía. Encontró una lista de las prácticas dentro del mundillo. Algunas le llamaron la atención, otras le generaron cierto rechazo. Leyó cada una, las anotó en un papel para luego buscar más información. Mentiría si no se imaginó haciendo alguna de las tantas cosas descritas en los foros, en aquellas páginas webs de fondos negros y letras rojas. Se detuvo ante una de las tantas prácticas, en esa que más le llamó la atención; Rope bunny. La información proporcionada por la página y los comentarios de los usuarios comentando sus experiencias aumentaron con creces la idea de probar dicha práctica. Trató de imaginarse siendo atado, semi desnudo, a total merced de Dante... y fue suficiente como para darle rienda suelta a su imaginación. Ahora, ¿cómo se lo diría? Él tenía en claro que no lo metería de lleno. Se mordió los labios. Cerró todas las pestañas, y en su lugar, buscó videos porno al respecto. Una dirección le dio justamente lo que buscaba, videos de sumisos siendo entrenados, videos dónde explicaban ciertas prácticas y cómo hacerlas seguras, además de varias cosas. No se percató del tiempo que estuvo ahí, ni la cantidad de videos e imágenes que vio. Definitivamente había abierto la caja de Pandora. Y lo que contenía lo esperaba gustoso con las fauces y las garras abiertas, listo para tragarlo de un sólo bocado, con ansias de dejarlo sediento por más.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora