Todavía se preguntaba el por qué del cambio de actitud hacia él. Durante el trayecto casa-trabajo sólo cruzaban el saludo matutino, y luego silencio absoluto. Incluso de regreso. No se atrevía a preguntar si ocurría algo, temía un regaño, a pesar que sabía que el otro le contestaría lo de siempre "no sucede nada, Molina." Esas palabras retumbaban en su mente todo el tiempo, se sentía extraño a su lado. Parecía no ser el mismo Dante Leone que conoció hace unos meses atrás. Sacudió su cabeza mientras se servía la segunda taza de café del día, para luego llevársela consigo a la terraza. Su compañero pasó por su lado, imitó la acción y salió de la cocina sin siquiera dirigirle una palabra, una simple mirada. Vio cómo él se sentaba en el escritorio, sorbiendo el líquido tibio contenido por la taza de porcelana blanca. Una voz lo trajo de nuevo a la realidad, y junto a Carolina fueron al lugar de siempre a disfurtar del descanso, un cigarrillo y la vista a la Cañada. Pronto sería la fiesta de aniversario de la empresa, y se estaban organizando todos los preparativos de la misma. Siendo sinceros, a Benjamín no le agradaba ir, prefería quedarse en casa a ver películas y atiborrarse de cervezas. Pero, al pensar que podría asistir con Sofía, se le iluminó el rostro. Hacían ya casi un mes y medio que estaban saliendo formalmente, la muchacha tenía encantado a Benjamín, en especial cuando sonreía de manera tierna y tímida a la vez. Ese rasgo le hizo caer por ella. Le encantaba ver cómo sus mejillas se tornaban de un leve color carmesí cuando reía a carcajadas, y cómo llevaba su cabeza hacia atrás mientras tapaba su boca con sus estilizadas manos. Recordó la primera cita, en ese vestido a las rodillas blanco y negro marcando una cintura de avispa que volvería loco a cualquiera, ese perfume cítrico súper refrescante, y sus manos... Esas manos suaves, luciendo un delicado reloj dorado en la muñeca izquierda y unas esclavas de plata en la contraria, que al chocar entre ellas producían un sonido parecido a un cascabel. También recordó la noche que pasó con Dante. Pasó hace días, pero parecía ayer. Inclusive cada tanto le invadía el sabor del abrazo, el control que de sus poros emanaban, el perfume embriagante. ¿Por qué pensaba tanto en él? Quizá por que lo estaba ignorando casi por completo. Se molestó. Chasqueó la lengua y siguió con lo suyo.
Dante, por su parte, hacía caso omiso al otro, con la esperanza de así poder deshacerse de los malditos sentimientos por él, las ganas de acorralarlo contra la pared y besarlo hasta desgartarse. Le dolía cada vez verlo, le dolía saber que no ya no podía hacer nada más que hacerse a un lado y dejarlo ir. Su plan por el momento iba relativamente bien, cambió el horario para ir al gimnasio con tal de no verlo, formó una especie de barrera, lo cual no permitía que él se le acercara más de la cuenta, pues se vería tan tentado que mandaría todo a la mierda. Por suerte, el tener que presentar el proyecto para que sea totalmente aprobado, más los informes, archivos y trabajos de investigación lo mantenían lo suficientemente ocupado como para pensar en otra cosa. Sí, había mentido. El proyecto estaba 50% de ser puesto en marcha, todavía faltaba la vista del Gerente General de toda la empresa. El jefe mayor. No vamos a negar que plantarse frente a él junto a todos los inversionistas más los demás subgerentes le provocaba pavor. ¿Pero qué iba a hacer ahora? ¿Decirle que todo fue una mentira? No. Se mantendría callado, y si todo falla, ya inventaría una excusa. En su cabeza sonaba como un buen plan. Sí, posiblmente funcione. Sólo tenía que tener su cabeza centrada, el corazón y las entrañas en frío. Cada tanto se le escapaba un momento de debilidad, se acercaba a él con una sonrisa, como si nunca hubiese pasado nada, compartían una pequeña charla y a veces una bebida en la terraza. Benjamín lo recibía con los brazos abiertos, extrañaba ese leve contacto de él. Podríamos decir que se había acostumbrado a eso, pero a la vez seguía sin entender ese cambio tan repentino en la forma de ser del otro. Mientras Dante lo ignoraba, Benjamín más lo buscaba, más intentaba acercarse, más lo echaba de menos. Sí, una conducta algo tóxica, pero, por fin, Benjamín admitió que quería al muchacho de melena rubia. Se preocupaba por él, y quería protegerlo. Rió para sus adentros al pensar en eso. ¿Protegerlo? ¿Qué clase de "protección" podía darle? Si por momentos, en especial cuando levantaba la ceja o le miraba de esa forma tan autoritaria sus rodillas temblaban, se volvía totalmente estúpido ante su presencia. No le generaba miedo, más bien respeto... e intimidancia. Y por todos los dioses, amaba eso.
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Entre Cadenas
Romance- La respuesta correcta es "Sí, señor" Cadenas. Fustas. Placer. Desobedencia. Dominación. Tenían todo eso en común, aunque no lo supiesen, aunque lo negasen. NOTA: historia 100% de mi autoría. Si quieres adaptarla, por favor contáctame antes. Esper...