La Luna se encontraba en lo más alto del cielo, acompañada por miles de estrellas adornando el manto nocturno. El suave viento mecía las hojas armoniosamente, llevando consigo aquellas en el suelo, levantando vuelo con la esperanza de volver a las ramas de los árboles. Algunas quedaban estancadas en los parabrisas de los coches, otras en macetas y otras se adentraban más y más en la profundidad de la bóveda celeste, ennegrecida en su totalidad. Era poco el movimiento a esa hora. Quizá algún que otro perro recorría las calles solitarias, quizá algún que otro perro ladraba en las terrazillas de los hogares, cuyas ventanas abiertas daban paso a la brisa a jugar con las cortinas. Eran casi nulo el sonido de los neumáticos contra el asfalto. Los postes iluminaban las aceras en tonalidades frías, los semáforos teñían intermitentemente las esquinas, a la espera de un vehículo a respetar su señal de tránsito. La luz de la Luna era casi imperceptible, esos rayos casi azules serían magníficos para bañar el lugar, dando una imagen tranquila, por poco un cuadro de los mejores artistas, pinceladas llenas de serenidad, llenas de parsimonia. Las nubes grisáceas tuvieron la osadía de tomar presencia, casi agradeciendo al viento para ayudarlas a ocultar a Selene. Mas sin embargo ella resplandecía con más fuerza, incluso ante la densidad de ellas, en el intento de ser las protagonistas. Pronto se presentaron más nubes, cambiando lentamente el manto negro a uno un poco más claro, dejando apenas pasar el leve azulado fulgor de aquella esfera blanquecina. Cada tanto se asomaba su silueta, sin dejar verse por completo. Los árboles emitían la suave música del aire mezclándose en las copas, sus hojas tornándose amarillentas gracias a los faroles. Algunos de ellos los iluminaban desde adentro, dando un aspecto mágico, llamativo, invitando a un mundo de magia y fantasía. De la nada, el viento comienza a soplar con fuerza, el olor a lluvia se profundiza, y las primeras gotas caen sin prisa, tomando el tiempo necesario hasta llegar al césped. Apenas lo humedecen. El poco aire que entra por las ventanas no del todo cerradas silva, despertando a algunos durmientes para cerrarlas del todo y volver a sus cálidas y mullidas camas, así continuando con sus sueños interrumpidos. Lluvia. Al principio caía lentamente, apenas perceptible. Pronto se haría más fuerte, chocando con las plantas, bailando una danza alegre, bebiendo el dulce néctar de agua pura, además de servir como refugio para insectos y aves. Una vaquita de San Antonio pudo resguardarse de la torrencial lluvia entre las ramas de un arbusto, con la tierra humedecida cubriendo sus pequeñas patitas, con las gotas de agua sobre su cuerpo, se limpió el lodo de si antes de cerrar los ojos, y dormir con el sonido de la Naturaleza alrededor. Las hojas de gran tamaño servía a los insectos como sombrillas, y las chicas se utilizaban sin querer como toboganes, algunos repitiendo la acción, como entendiendo la diversión humana del acto. El primer relámpago pintó lineas siseantes, esfumadas por las nubes; el trueno no tardó en llegar, asustando a varios animales quienes seguían en busca de un techo en donde refugiarse. La lluvia parecía detenerse por momentos, aunque a veces amenazaba con hacerse fuerte y eterna, mostrando su poder chocando contra el vidrio de las casas y vehículos. Otro trueno sonó en el cielo con intensidad, seguido de una serie de relámpagos serpenteando en la oscuridad. La atmósfera se respiraba irascible, más sin embargo la vista de las líneas quebradas dibujando figuras no tan geométricas en el cielo era más que magnífica. En los campos afuera de la ciudad ésto era grandioso, ver la luminosidad recorriendo el lugar, pintando los Algarrobos, Paraísos, Acacias, Moras y Piquillines en las inmensas hectáreas de verde, mojando los tractores, retumbando el sonido de la lluvia hasta ser eco, casi susurrando al final del mismo. El estruendo noctívero subsistía pese a la tranquilidad creciente de la precipitación; era hora de dejar de rugir. La bóveda celeste dejó de llorar. Todavía no era tiempo para la Luna a esconderse en el horizonte, dando la bienvenida al Sol. Faltaban horas. Las nubes todavía coloreban de tonalidades grises, ahora casi blancas el manto, se separaron, de a poco, para que el astro celestial pudiese alumbrar todo con rayos azulados. Selene apareció nuevamente, acompañada de las estrellas difuminándose hasta titilar en su máximo esplendor. El viento se mecía sereno, haciendo bailar a la gran arbolada de toda la ciudad. Las gotas de lluvia se resbalaban de las hojas, perdiéndose en la tierra, perdiéndose entre las raíces, que pronto las bebería. Algún que otro invertebrado aprovecharía la dulzura y pureza de éstas para también consumirla. El grillar se escuchaba lejano, por poco imperceptible, así también el son de los árboles. Pronto se encontrarían. Mientras la Luna se escondía, el Sol se asomaba en el mismo horizonte, mirándose fijamente a la vez que uno se elevaba y el otro se hundía. Se saludaron y despidieron con un único beso, frío por parte de ella, cálido por parte de él. Una lágrima se escapó al saber que no se verían otra vez hasta el ocaso. El astro Rey se izaba, sus rayos tibios, amarillentos, hacían brillar al rocío matutino, reflejando en él las imágenes de una ciudad que aún no se despertaba.
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Entre Cadenas
Romance- La respuesta correcta es "Sí, señor" Cadenas. Fustas. Placer. Desobedencia. Dominación. Tenían todo eso en común, aunque no lo supiesen, aunque lo negasen. NOTA: historia 100% de mi autoría. Si quieres adaptarla, por favor contáctame antes. Esper...