Cicatrices

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No era que le molestara o que simplemente no le terminara de convencer del todo, sino que le parecía extremadamente sospechoso que aceptara de tal forma y tan rápido. Tenía derecho a dudar. Después de todo, era el dios del engaño, un ser legendario proveniente de la mitología nórdica, mayormente conocido por su gran habilidad para mentir y engañar, además de, por supuesto, sus pesadas bromas. No era que fuera el mejor de los dioses, el más hermoso o el más benévolo. Aunque cualquiera diría que es el peor, al cual nunca deberías de rendirle honor porque, porque simplemente era él. Todos concordaban en lo mismo, excepto una única persona que era incapaz de ver la maldad que habitaba en su corazón.

Eclipse conocía por demás todas sus acciones del pasado. Conocía su vida, su historia, sus comienzos. Se podía decir que sabía todo lo que los libros decían sobre aquel dios juguetón. Al principio le resultó de lo más extraño, debido a que la religión que se le inculcó desde su infancia presentaba un dios que a leguas se veía que no tenía la menor idea de las consecuencias de sus acciones ¿Sacrificar a su hijo, permitiendo que sea torturado no solo físicamente sino también psicológicamente por el bien de una humanidad? ¿Tenía eso algo de sentido? Por años ignoró la falsedad que encontraba en su religión porque eso era, su religión. Fue ahí cuando conoció a una clase de dios diferente: uno al que le gustaba jugar, uno que era bastante astuto en cuestión de sus acciones, uno que veía por su bien antes que por los demás, uno que sí mostraba su rostro. Y vaya que era uno bueno.

A primera vista se podía juzgar como uno de los peores dioses existentes, pero si te tomabas el tiempo de conocerlo más a fondo podía descubrir que era una persona tremendamente increíble, y que toda su falsa maldad se debía al todo daño que su gente se encargó de darle.

—Creo que conoces el camino.

Fueron las únicas palabras que Nick pronunció antes de alejarse rápidamente por el pasillo, dejándola a su suerte nuevamente. Minutos atrás Eclipse tuvo que soportar una larga charla acerca de lo que tenía que hacer en su nueva misión. No era algo difícil. Simplemente tenía que charla con él, tratar de comprenderlo y conseguir un poco más de información para ellos. Era imposible que Loki le dijera algo sobre sus planes, a pesar de que ya los supiera todos, por lo que sería una misión en vano. Al menos para ellos. Eclipse no cabía de la emoción en aquellos momentos ¡Volvería a verlo! Tenía poco más de dos semanas desde el día en finalmente se convirtieron en amigos.

Por otro lado, se sentía bastante nerviosa acerca de volver a hablar con él. Se convirtieron en amigos hace bastante tiempo y desde ese día no volvió a visitarlo. Estaba preocupada acerca de que él pensará que todo fue una broma y que simplemente lo hizo para dañarlo.

Los soldados que resguardaban la puerta le permitieron entrar sin chistar palabra alguna. Todo gracias a la pequeña tarjeta de acceso que Nick le dio antes de comenzar su misión. Una vez dentro las pesadas puertas de metal se cerraron detrás de ella, como usualmente solían hacerlo cada que alguien entraba.

Con una extraña mezcla de emociones dentro de si avanzó por el pasillo hasta salir de este. La habitación estaba terriblemente callada, no se escuchaba ningún sonido. Incluso se podía decir que estaba desierta, hasta Eclipse lo pensó por unos segundos, pero al ver el cuerpo de espaldas de Loki se tranquilizo un poco y siguió avanzando.

—Regresaste.

Eclipse se detuvo en su lugar, congelada por la frialdad de su voz. Ni siquiera logró quedar frente a la celda cuando lo escuchó hablar. Tragó saliva con dificultad. Lo que más temía termino por suceder.

El universo alternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora