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2 de mayo de 2012.

Dos días antes de la tragedia.

La lluvia caía con fuerza sobre las iluminadas calles de Nueva York, creando pequeños charcos que salpicaban por el pasar de los autos y el rápido andar de las personas que trataban de huir de ella. Un edificio resaltaba entre toda la ciudad; uno demasiado alto, imponente y, para algunas personas, majestuoso. Sus brillantes luces llamaban la atención de cualquiera que lo mirase, provocando una intensa sensación de querer estar dentro de él. Desafortunadamente muy pocas personas habían logrado siquiera pisar la recepción.

El destino es ciertamente misterioso. Nadie sabe el porqué de las cosas, del futuro, del pasado o como una simple acción puede provocar una reacción tan inmensa como el océano. Tal era el caso de la sedada joven que, en un estado casi inerte, se encontraba tendida sobre una de las camas de aquella torre. Llevaba más de dieciocho horas en ese estado, en un inevitable riesgo de muerte si alguien no trataba de despertarla. No obstante, el destino no lo quería de esa manera; las grandes puertas de cristal que daban hacia el balcón se encontraban totalmente abiertas, haciendo que las largas cortinas se movieran al compás del frio viento. Sin duda todo estaba a su favor en esa noche. El viento logró levantar a la chica en un instante ya que, la frialdad que sintió en sus piernas envió una alerta a su cabeza, haciéndola abrir los ojos.

Eclipse se despertó de golpe sintiendo una extraña sensación en su cuerpo, como si este se encontrara más pesado de lo normal. Con dificultad logró erguirse sobre sí misma, recargando su espalda sobre la pared. Llevó sus manos hasta sus parpados para tallarlos con suavidad, tratando de aclarar un poco más su vista. Cuando lo logró miró con sorpresa a su alrededor y pronto pudo sentir nuevamente el miedo dentro de ella; no tenía ni la menor idea de donde se encontraba.

Sin esperar ni un segundo más bajó de la cama tan rápido como pudo. Otra corriente de viento la atacó con mayor fuerza, como si su piel estuviera desnuda ante el viento. Confundida miró hacia ella misma.

Mierda.

Chasqueó su lengua con enojo al notar que se encontraba en ropa interior. Siempre que era transportada a una nueva habitación o lugar era despojada de sus ropas y eso, en cierto modo, lograba molestarle bastante. Se sentía molesta, sí, pero no lo suficiente para hacer un puchero en aquel lugar. Primero tenía que descubrir donde se encontraba, ya después tendría tiempo para hacer eso.

No había nada ni nadie que pudiera decirle donde se encontraba. Estaba sola, desnuda y con una intensa sensación de miedo en su interior. No tenía más opciones que investigar por su cuenta. Comenzó por la primera habitación, después con la siguiente, y la que seguía y la que seguía. Todo parecía indicar que era una simple pero lujosa habitación y que, en cierta manera no había nada de que preocuparse.

Cuando llegó al baño observó un pequeño cambió de ropa sobre la porcelana del largo lavamanos, que, junto a él, descansaba un pequeño sobre. Eclipse se sintió aliviada al pensar que quizá ese sobre podía contener alguna pista sobre lo que estaba pasando. Fue entonces cuando lo abrió para leerlo cuidadosamente.

Una media sonrisa se formó en sus labios y una pequeña lagrima rodó sobre su mejilla.

La chica abrazó la carta contra su pecho durante unos segundos, soltando todo el aire que había retenido desde que comenzó a leer. Resultó que se encontraba en la mejor habitación de la famosísima Torre Stark, y que él mismo se había encargado de llevarla en persona hasta ahí. Sobre su ropa, simple. Estaba algo sucia y le pidió a una de sus ayudantes que se la llevara para lavarla. Además, como una pequeña cordialidad se tomó el tiempo de conseguirle una muda de ropa para que pudiera ducharse y sentirse más fresca.

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