XLIV.

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El día jueves, regresando al departamento, Hyukjae tuvo un ataque de pánico.

El día había sido más o menos tranquilo. La cantidad de trabajo había disminuido para ambos, pero Hyukjae tuvo varias reuniones en donde sus superiores le llamaron la atención por el personal que había dejado la empresa. Park Hyung Min, su padrastro, salió en su defensa por videollamada alegando que era algo que sucedía en todos los complejos, que no era su culpa. Aquello no era ninguna mentira, pero sus superiores no se quedaron totalmente conformes y solo accedieron a dejar el tema por ahora.

Hyukjae tomaba muy en serio su trabajo, especialmente porque si lo disfrutaba y porque detestaba entregar resultados regulares o mediocres. Sentía que precisamente eso estaba haciendo y se encontraba ciertamente desanimado. Por la tarde no fue a ver a Donghae a la cafetería y, pese a que eso le molestó un poco, tuvo que quedarse en su oficina para encontrar la manera de solucionar aquel problema. Ni siquiera le correspondía a él, pero como director del complejo, tenía que ver lo mejor para todos sus empleados.

Así que cuando salió para recoger a Donghae e ir a casa, estaba completamente hundido en estrés. Además la noche anterior no había podido dormir en lo más mínimo. No quiso despertar a Donghae, así que solo se levantó con cuidado de la cama y anduvo deambulando por su departamento mientras dejaba que sus miedos le consumieran vivo. Le temía mucho a aquella casa. Muchas personas pensarían que es algo completamente exagerado, algo muy infantil y que ya debía de haber superado. Él mismo estaba de acuerdo, pero es que muy pocas personas en su mundo habían visto morir a su padre de una manera tan cruel. Cada vez se sentía menos seguro de ir a ver el lugar. Quizás la mejor opción sería enviar a alguien en su nombre para que analizara el lugar, un contratista tal vez. Fueron las ganas de superar sus miedos las que lo impulsaron a deshacerse de todo eso y obligarse a sí mismo a ir a ver la casa. Tan solo esperaba que ir con Donghae le diera la fiereza necesaria para no sucumbir. No quería hacer eso.

Cuando volvió a la cama, más o menos hacía las tres de la mañana, se encontró a Donghae llorando entre sueños. Estuvo a punto de correr a despertarlo hasta que lo escuchó balbucear algo. Caminó despacio para no hacer ruido y cuando estuvo cerca escuchó con más claridad que era lo que estaba diciendo.

"Hyukie, Hyukie..."

Era... ese sobrenombre. Se sorprendió tantísimo que se arrodilló frente a él mientras le veía derramar lágrimas sutiles y murmurar ese sobrenombre. Ese que solo su madre utiliza. Se quedó ahí un buen rato, viéndolo fijamente con el ceño fruncido mientras su mente trabajaba a mil por hora tratando de descifrar porque él sabía eso. Quizás alguna vez lo había mencionado... o quizás su madre lo llamó así cuando conversó con Donghae.

Hacia las cuatro de la mañana más o menos, se levantó del suelo, aún con el corazón acelerado por causa de la situación y se metió a la cama. Aún seguía severamente confundido y dudaba mucho poder conciliar el sueño, pero fue sentir los brazos de Donghae aferrándose a su torso y su rostro escondiéndose en su pecho lo que le permitió relajarse. Recargó su mejilla en la parte superior de la cabeza del castaño y se quedó pensando un largo rato en todo lo que había pasado durante esas tres semanas. Sorprendentemente era una compilación muy larga para tan poco tiempo. A estas alturas todavía le era sorprendente darse cuenta de cuanto había avanzado su relación en tres semanas. Ojalá pudiera encontrar una explicación lógica, porque así sentiría que todo aquello era totalmente real. A veces se sentía como en un sueño, uno en donde el amor si era todo color rosa y brillos resplandecientes. A veces se sentía tan inseguro de todo que pensaba en abandonarlo todo. Incluso a Donghae.

No lo malinterpreten, él no es una persona que va por él mundo desapareciendo de la vida de otras personas, y el pensamiento de alguna vez dejar a Donghae desaparece de su mente apenas llega. Es horrible. El mismo repudia llegar a pensar en todas esas cosas. Es solo que le asusta mucho tener tanta afinidad con una persona que, apenas da rienda suelta a las cosas, estas avanzan a un ritmo endemoniado. Lo hace sentir muy sobrecogido. Es como si todos los días avanzaran cientos de kilómetros, los cuales las parejas normales tardan meses en recorrer.

|Out of Control|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora