El desolador panorama se extendía ante Izune Matsumoto como un lienzo impregnado de tragedia. Los cuerpos de los aldeanos, una vez llenos de vida, yacían esparcidos como piezas rotas de un rompecabezas, despojados de su vitalidad por la feroz batalla entre los jóvenes bijuu y los Uchiha. Sus rostros, que alguna vez reflejaron esperanza, ahora se veían congelados en la agonía eterna.
Las casas, antes testigos silenciosos del devenir cotidiano de la aldea, se hallaban reducidas a escombros que susurraban historias de desesperación. Las paredes que alguna vez albergaron risas y susurros se erigían ahora como monumentos desmoronados, recordando la brutalidad del conflicto que se había desatado.
Las explosiones, como crueles sinfonías de destrucción, resonaban en la memoria de Izune. Ondas expansivas y terremotos habían dejado la aldea en un estado de ruina total, como si la misma tierra llorara la pérdida de aquel rincón de paz. El paisaje, aunque reminiscente de un campo de batalla después de días de conflicto, contaba la historia de un asalto que había desgarrado el tejido mismo de la comunidad en cuestión de minutos. Cuarenta kilómetros distante de la aldea, la destrucción extendía sus tentáculos hasta el último rincón del paisaje, como una sombra implacable que no conoce límites.
La culpa, pesada y penetrante, corroía a Izune. Se aferraba a su ser como una sombra insidiosa, recordándole el fatal error de haber contratado a los Uchiha con la noble intención de proteger la aldea de las bestias. Lo que buscaba ser un escudo se transformó en un arma más mortífera que las bestias mismas. La intención de proporcionar tranquilidad a los aldeanos se convirtió en la fuente misma de su desgracia.
En medio de la confusión, un pensamiento poderoso cruzó la mente de Izune: ¡Yamamoto! Su hijo no estaba a la vista, y un recuerdo angustiante se apoderó de él. Todos los aldeanos contemplaban con horror la batalla lejana, veían como los árboles eran lanzados por el fuerte aire, el fuego avanzaba, primero rojo, después azul y varías toneladas de agua ascendían al cielo y lo cubrían todo. Rememoró la escena en la que, durante la batalla lejana, tomó la mano de su hijo y ordenó evacuar la aldea. Una explosión repentina iluminó el cielo, desatando una lluvia mortal de árboles y rocas.
El viento destructor lo llevó a través de un campo de desolación, su cuerpo maltrecho resistiendo las secuelas de la batalla. La tierra estaba marcada por la tragedia, y cada paso de Izune dejaba huellas en la sangre que cubría el suelo. Los lamentos silenciosos de las almas perdidas flotaban en el aire, mezclándose con el aroma metálico de la muerte.
El viento destructor lo llevó a través de un campo de desolación, su cuerpo maltrecho resistiendo las secuelas de la batalla. La tierra estaba marcada por la tragedia, y cada paso de Izune dejaba huellas en la sangre que cubría el suelo. Los lamentos silenciosos de las almas perdidas flotaban en el aire, mezclándose con el aroma metálico de la muerte.
La búsqueda desesperada llevó a Izune al lugar donde su corazón temía llegar: la visión de su hijo atrapado bajo una gran roca, su cuerpo partido por la mitad. Las lágrimas, como torrentes de dolor, inundaron los ojos de Izune. —¡No! ¡No! ¡Yamamoto! ¡Hijo! ¡No! ¡Por qué a ti, mi hijo! —exclamó con una voz desgarradora, como un lamento que resonaba en la vastedad de la tragedia. Se arrodilló junto a su hijo, besando su rostro ensangrentado. En ese momento, una débil movida de la mano izquierda de Yamamoto, con sus últimas fuerzas, tocó la mano de su padre antes de que la vida lo abandonara.
Izune, ahora el único sobreviviente, se encontró atrapado en el infierno que él mismo había creado. Consumido por la culpa que lo envolvía como una sombra eterna, tomó una pequeña daga guardada. Con ambas manos, apretó la empuñadura y la hundió en su estómago, abriéndose el vientre. La hemorragia lo dejó inconsciente, y en dos minutos, halló la paz en la muerte.
La tragedia, lejos de ser el fin, fue el prólogo de una serie de problemas que se desplegarían en la siguiente parte de la historia, como las sombras que avanzan cuando cae la noche.
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Naruto: la historia de los bijuu.
РазноеEsta novela se ubica en una época muy antigua. Miles de años antes de crearse las cinco grandes naciones ninja. Cuando las nueve bestias con cola eran unos chachorros y convivían con el Sabio de los Seis Caminos. A partir de un trágico evento los bi...