El primer contacto.

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Choumei regresó tras numerosas exploraciones, descendió lentamente y compartió la noticia de que no había rastro de humanos, permitiéndoles moverse libremente por la zona. A medida que pasaron más de dos mil años, las bestias con cola evolucionaron en jóvenes, y el dolor por la pérdida de Hagoromo se volvía un recuerdo distante. Finalmente, el gran lago y el bosque se habían convertido en su hogar.

Matatabi, un felino azul de dos colas, yacía entre los árboles cuando sus aguzados sentidos captaron el sonido de un árbol cayendo. Movió sus orejas en dirección al ruido distante y percibió voces. Instintivamente, se acercó para observar lo que ocurría y descubrió a varias personas talando árboles para construir sus hogares al otro lado del gran lago. Hacía mucho que no veían a los humanos desde la muerte de Rikudo.

-¿Qué pensarán de nosotros ahora? - reflexionó Matatabi - Debo avisar a los demás - se apresuró y compartió la noticia con sus hermanos.

-Hay un gran número de personas al otro lado del bosque. ¿Qué hacemos? ¿Nos vamos de aquí? - planteó la inquietud.

-Tonterías. No hay razón para abandonar este lugar. Es vasto y podemos compartir nuestro territorio - argumentó Gyuuki, un toro con ocho colas que recordaban a tentáculos de pulpo.

-Es solo cuestión de tiempo para que busquen agua. Tarde o temprano nos encontraremos con ellos, y veremos cómo reaccionan. Debemos ser amables con ellos - expresó Kurama, buscando una aproximación pacífica.

-Me da desconfianza. Nuestro padre nos habló de las bondades de ellos, e incluso solíamos interactuar con los discípulos de él y de Ashura, pero desde que nos fuimos, ha pasado mucho tiempo. ¿Todavía nos recordarán? - se cuestionó Saiken, una babosa con seis colas.

-Quién sabe. Además, no vi a ninguna persona ataviada con la ropa de los discípulos de Ashura - informó Matatabi.

-Pues andemos con precaución y permanezcamos juntos- opinó Shukaku.

Pasaron dos días cerca del lago, a la espera de tener el primer contacto con los humanos. Un aire de inseguridad se apoderó del subconsciente de todos. ¿Sería posible convivir nuevamente con ellos? Era un anhelo compartido por todos, pero la incertidumbre persistía.

A medida que se acercaba la hora del encuentro, los hermanos discutían estrategias para interactuar con los humanos. Kurama proponía la diplomacia, destacando la importancia de recordar las enseñanzas de su padre sobre la coexistencia pacífica. Sin embargo, algunos expresaban sus reservas y desconfianzas, recordando cómo el tiempo los había distanciado de la sociedad humana.

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